Aasiyah en el salón del refugio / METRÓPOLI ABIERTA

Aasiyah en el salón del refugio / METRÓPOLI ABIERTA

El pulso de la ciudad

La Tancada: el edificio ocupado por migrantes que no tienen dónde dormir

El Ayuntamiento ha anunciado que desalojará el espacio en el que viven 35 personas

8 agosto, 2019 00:00

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Cuando Ahmed Allamy llegó a Barcelona no tuvo más opción que dormir en la calle. Lo que no imaginaba este joven iraquí de 23 años es que durante aquellas tres semanas le robarían sus pertenencias y le propinarían una patada en el ojo. Cuenta a Metrópoli Abierta que entonces decidió pedir ayuda a las personas que se cruzaba por la calle con la meta de encontrar un sitio donde dormir. Sin esperarlo, una mujer le habló de un refugio llamado la Tancada, situado en el edificio de la antigua Escola Massana de Barcelona.

Se trata de un espacio que desde abril del 2018 está ocupado por migrantes “sin papeles que no tienen ningún lugar donde dormir”, explica a este medio Rooney Kamden, el migrante de 35 años de Camerún que lidera actualmente este proyecto. Las 35 personas que ahora viven en la Tancada proceden de países como Marruecos, Camerún, Mali, Túnez, Irak o Pakistán y, juntos, no solo han hecho de la antigua escuela un refugio que les permite sortear la posibilidad de vivir en la calle, también han creado un espacio cultural que visibiliza la realidad de muchos migrantes de todo el mundo.

“Hacemos actividades como teatro, música, karaoke, proyección de películas o bailes que compartimos con todos los vecinos de la ciudad que quieran conocernos”, dice Kamden y añade: “En estos encuentros también cedo el micrófono a todo el que quiera contar su historia en público. Duele escucharlas, pero es necesario para que conozcan nuestras realidades”.

Ahmed Allamy habla con Metrópoli Abierta en el edificio de la antigua Escola Massana / METRÓPOLI ABIERTA

Ahmed Allamy habla con Metrópoli Abierta en el edificio de la antigua Escola Massana / METRÓPOLI ABIERTA


A LA ESPERA DEL DESALOJO

A pesar de que la Tancada ofrece un cobijo seguro a estas 35 personas, el Ayuntamiento notificó el 25 de junio que tiene la intención de desalojar el edificio para destinarlo a la ampliación de la compañía de teatro La Perla 29. Una decisión que fuentes municipales justifican a Metrópoli Abierta alegando que “los usos previstos para este edificio son de equipamiento cultural y el acuerdo de cesión es de comienzos del 2018. Es un proceso reglado y, por tanto, la fecha no la decidirá el Ayuntamiento”. Aunque también hay voces críticas dentro del edificio ocupado que atribuyen esta decisión a la presión que el PSC y Manuel Valls están ejerciendo sobre la alcaldesa Ada Colau.

Sea cual sea la razón del desalojo, lo que está claro es que este espacio es una consecuencia más de la carencia de ayudas públicas. En el momento que los servicios municipales fueron a conocer a los migrantes de la Tancada, se percataron de que “la mayoría eran demandantes de asilo que están pendientes de ser alojados por el Estado”, recuerdan las fuentes municipales al hablar de unas solicitudes que no suelen tener respuestas favorables.

Los datos de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) hablan por sí solos: en 2018 se concedió el estatuto de refugiado a 575 personas, la protección subsidiaria a 2.320 y hubo un total de 8.980 resoluciones desfavorables. Es por eso que desde el Ayuntamiento se suman “a la reivindicación al Gobierno central de que abran plazas suficientes para los demandantes de asilo y agilicen el proceso de entrada al sistema de protección, que ahora se prolonga cerca de los seis meses”.

UNA CONVIVENCIA COMPLICADA

La Tancada está lejos de ser un espacio habitable. Las 35 personas que actualmente viven entre sus paredes duermen repartidas en una habitación y en los cuatro sofás del salón cuentan solo con una ducha y comen dos veces al día. “Cuando hacemos actividades culturales, pedimos a la gente que nos pague algo por la entrada y con eso compramos comida. Para desayunar comemos un huevo, medio trozo de pan y leche. Y por la tarde, patata, arroz o pollo y un trozo de pan”, indica Kamden.

Mama Don Balde, que ha estado viviendo en este lugar desde sus inicios, asegura que el hecho de que actualmente sean entre unas 10 y 15 personas más que meses atrás ha hecho estallar múltiples inconvenientes. “Somos muchas personas muy diferentes viviendo juntas y eso desata problemas. Hay conflictos de convivencia por el orden, es más difícil que antes conseguir comida y algunos no respetan que la puerta de la entrada se cierra a las 12 de la noche”, apunta el joven de 26 años procedente de Gambia, y acto seguido, agrega indignado: “Ahora también hay unas tres personas que venden droga y ya no es seguro dejar nuestros móviles por aquí. El otro día robaron el de un compañero”.

ABANDONAR EL PAÍS DE ORIGEN

A las personas de la Tancada con las que ha hablado Metrópoli Abierta les sobraban los motivos para abandonar su país. Allamy cuenta que en 2012 estaba con su madre en un mercado de Bagdad cuando se perpetró un atentado. Un coche bomba dejó a Allamy gravemente herido y acabó con la vida de su madre. “Después de pasar dos años recuperándome en la cama, un grupo terrorista me ofreció unirme a ellos. Les dije que no quería tener nada que ver con eso, pero insistieron. Fueron a mi casa, pegaron unos cuantos tiros y se pelearon con mi padre y mi hermano. Entonces decidí que debía marcharme”, explica mientras enseña las cicatrices que el atentado le dejó en la cabeza y la pierna.

Para llegar a España el pasado enero, Allamy pasó por Turquía, Grecia, Macedonia, Austria, Alemania y Francia, y está convencido de que las continuas amenazas del grupo terrorista hacen que le resulte imposible volver a su casa. Una realidad que también vive Aasiyah - nombre ficticio - que abandonó Marruecos en 2018 después de que sus padres la echaran de casa por ser lesbiana.

La Tancada 4 copia
La entrada de la Tancada / METRÓPOLI ABIERTA

“Fue allí cuando les dije que me marchaba a Europa, que no quería vivir más en mi ciudad, Larache. No podía ser yo misma”, cuenta la joven de 23 años, a quien le gustaría estudiar para ser tatuadora algún día. “Es un sueño ambicioso, pero es mi sueño”, sostiene. A ella, las 35 personas que viven en la Tancada le han dado la posibilidad de dormir puntualmente en el edificio para que no pase cada noche en la calle, pero no le permiten vivir siempre allí porque “son demasiados”.

RESISTENCIA COMO ÚNICA OPCIÓN

Ninguno de los testimonios con los que ha hablado este medio tiene adónde ir si el Ayuntamiento acaba desalojando el edificio. Por su parte, las fuentes municipales aseguran que “servicios municipales han estado en contacto con las personas que pernoctan en la antigua Escola Massana para detectar posibles casos de alta vulnerabilidad. Ahora, los servicios de atención social están trabajando en un realojamiento para las personas que tienen este perfil ”. Desde el interior de la Tancada, Kamden reconoce que desconocen si finalmente les van a recolocar o no, pero lo que sí tienen claro es que a ellos solo les queda resistir.

“Estoy todo el día pensando qué voy a hacer cuando salga de aquí. La calle significa muerte para nosotros. Así que vamos a luchar, y no con armas, sino de forma pacífica. Si viene la policía, gritaremos sin parar que no nos iremos de aquí”, cuenta Kamden, a quien ni la incertidumbre bajo la que cuelga su futuro le priva de empaparse de buenas energías. “Los buenos momentos son esos en los que hacemos actividades, cuando comemos, hablamos y bailamos música africana o árabe. Eso nos ayuda a olvidar un poco todo lo que está pasando”.