Una mujer camina delante de un kiosko en La Rambla, casi desértica por la ausencia de turistas en Barcelona / CG- PABLO MIRANZO

Una mujer camina delante de un kiosko en La Rambla, casi desértica por la ausencia de turistas en Barcelona / CG- PABLO MIRANZO

El pulso de la ciudad

La Rambla: reinventarse o morir

El sonido de los pájaros se escucha en la calle más popular de Barcelona, deprimida por la caída de turistas

25 octubre, 2020 00:00

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Luce el sol y sopla un poco de viento. Es un buen día, pero La Rambla está triste. Apagada. Silenciosa. Enfrente del majestuoso Liceu se escucha el canto de un grillo. Es una estampa inimaginable hace menos de un año, cuando miles de turistas paseaban cada día por la calle más emblemática de Barcelona y se tomaban una tapa y una cerveza. O varias.

Hoy, La Rambla llora la ausencia de visitantes y aguarda un futuro mejor. Más autóctono. Pero la gran reforma, proyectada en 2016, todavía no ha empezado. Un cronómetro, colocado encima del Café de la Ópera por la asociación Amics de La Rambla, recuerda los días de retraso acumulados al gobierno que lideran Ada Colau y Jaume Collboni. La Rambla pide ayuda.

LOS JUEGOS OLÍMPICOS

La Rambla, desde la fuente de Canaletes hasta Colón, simboliza la gran transformación de Barcelona desde los Juegos Olímpicos de 1992. En 2020, el centro histórico es más global, menos auténtico. Muchos negocios emblemáticos han cerrado y han sido sustituidos por tiendas de souvenirs, de complementos de telefonía móvil, grandes cadenas y tiendas oficiales del Barça y del Real Madrid. El Viena (ubicado en un local modernista) sigue cerrado, a la espera de mejores tiempos, pero el NBA Café ya ha firmado su rendición. El futuro de la Rambla, el mejor espejo de Barcelona, es incierto.

Marcador con los días de retraso que acumulaba la reforma de la Boqueria, el pasado 15 de octubre / LLUÍS REGÀS

Marcador con los días de retraso que acumulaba la reforma de la Boqueria, el pasado 15 de octubre / LLUÍS REGÀS


“Tengo 86 años y no quiero morir sin ver la reforma de La Rambla”, recalca Enric Panteleoni, ex presidente de Amics de la Rambla y propietario de la sastrería Modelo. “La transformación de Barcelona debe empezar por la Rambla. En el pasado, el lugar más asqueroso y tirado se convirtió en la Universitat Pompeu Fabra. Si no se arregla la Rambla, no se arregla Barcelona. Es ahora o nunca”, añade.

EL LABORATORIO DE BARCELONA

Joan Oliveras, ex presidente de la asociación y presidente de Bagués Masriera, también lamenta el retraso en el Plan de Ordenación Especial de La Rambla. “El coronavirus no tiene la culpa. Hoy asistimos a la agonía comercial del centro de Barcelona y Ciutat Vella es un laboratorio de todo lo que pasa en la ciudad”, destaca Oliveras. Asegura que su campaña “no es partidista” y lamenta la “rápida degradación” del entorno de la Rambla.

Fermín Villar, el actual presidente de Amics de La Rambla, lamenta que el ambicioso proyecto que debe transformar la artería más popular de Barcelona todavía “no tiene proyecto ejecutivo ni dotación presupuestaria”. Villar aboga por un amplio acuerdo de ciudad y recuerda que el presupuesto destinado para la transformación de La Rambla, proyectada en cinco fases, era de 60 millones de euros.

La Rambla de Barcelona, llena de palomas, la pasada primavera durante el estado de alarma / ARCHIVO

La Rambla de Barcelona, llena de palomas, la pasada primavera durante el estado de alarma / ARCHIVO


EL ABANDONO DE CIUTAT VELLA

Villar todavía espera noticias del Ayuntamiento de Barcelona. Denuncia que “Ciutat Vella se cae a pedazos” y critica que el gobierno de Colau no tiene un proyecto para el paseo de Colón, la vía Laietana, el Paral·lel y La Rambla”, “el gran termómetro y la avanzadilla de todo lo que pasa en Barcelona”.

“Mi utopía es ver una Rambla que supere el debate entre residentes y visitantes. Verla ahora es muy triste. Es un vacío físico y anímico. Después del coronavirus habrá muchos cambios sociológicos”, remarca Villar. Él apuesta por una Rambla “pacificada”, con poca incidencia de los vehículos privados y sin autobuses circulando durante los domingos y festivos. Su opinión no es compartida por todos. En la Boqueria, el gran mercado de Barcelona, piden una movilidad más flexible. Igual que otros comercios y locales de restauración.

LOS KIOSKEROS, PREOCUPADOS

La reforma de La Rambla afecta a los kiosqueros. Algunos, con muchas décadas de vida. Tienen licencia hasta 2030, pero se tambalea su futuro a largo plazo. El Ayuntamiento de Barcelona, en el mejor de los casos, quiere limitar su tamaño. El kiosco situado enfrente del Liceu tiene 10 metros de largo y 4 de ancho. Cuenta con lavabo privado, un pequeño despacho y un almacén. En sus buenos tiempos vendía entre 400 y 500 ejemplares de La Vanguardia cada domingo. A principios de 2020, antes de la crisis del coronavirus, la venta de diarios y revistas no era el principal ingreso.

Kiosko de La Rambla situado enfrente del Liceu / PABLO MIRANZO

Kiosko de La Rambla situado enfrente del Liceu / PABLO MIRANZO


Juan Jiménez, presidente de la Asociación de Vendedores de Prensa de La Rambla, pide que la reforma del popular paseo no les margine ni discrimine. “Estamos dispuestos a reducir las medidas de los kioscos. Aceptamos que sean de 8 metros de largo por 3 de ancho, pero no de 4 x 2. Y queremos que los kioscos sigan donde están. No cederemos”, enfatiza Jiménez. En La Rambla, hay 11 puestos de venta de prensa. Más incierto es el futuro de las paradas de flores. Hasta siete locales han cerrado ya sus puertas.

LA BOQUERIA

El futuro de La Rambla también preocupa a los responsables de la Boqueria. El mercado más popular de Barcelona, del siglo XIX, ha vivido años de gran esplendor en el siglo XXI. En 2017 fue distinguido como el mejor mercado del mundo por la CNN y el periodista James Williams proclamó: "Si La Rambla es el corazón de Barcelona, la Boqueria es su estómago". Las paradas de producto fresco y de comida más exquisita se mezclaban con los stands de frutas cortadas y batidos. El equilibrio funcionaba perfectamente. Ya no. La caída de turistas ha tenido y tiene un impacto muy negativo, apenas atenuado por el incremento de las ventas online.

“La Boqueria, como la misma Rambla, tiene que seducir ahora a los barceloneses. El último cierre de bares y restaurantes ha sido otro duro golpe para el mercado. Estamos preocupados porque la pandemia va a más. Si los turistas no vuelven, la Boqueria sufrirá una gran reforma”, explica Òscar Ubide, gerente de la asociación de comerciantes del mercado. Los precedentes de Sant Antoni (ha pasado de 600 paradas en los años 60 a las 70 actuales de producto fresco) y de Santa Caterina (ha pasado de 300 a 50) son preocupantes. “Sin turistas, la Boqueria no tiene sentido con 200 paradas. Podemos perder el 40%. Estamos sufriendo mucho”, insiste Ubide.

Paradas del mercado de la Boqueria con muy pocos clientes / PABLO MIRANZO

Paradas del mercado de la Boqueria con muy pocos clientes / PABLO MIRANZO


LA TRANSFORMACIÓN DEL NÚRIA

Ubide está a favor de la reforma de La Rambla. “Con matices”, aclara. Recuerda que la Boqueria trabaja con muchos proveedores y asegura que algunas calles, como la del Carme, Hospital y Riera Alta, “son intocables porque son vitales para la movilidad y el transporte de mercancías”. “Pero la reforma, que sigue enquistada, es necesaria para el futuro de La Rambla”, sentencia.

Los altibajos de la Boqueria todavía son más pronunciados para otro establecimiento mítico del centro de Barcelona: el Núria. Inspirado en los mejores locales de París, abrió en 1926 con el primer tirador de cerveza de Barcelona. En los años 30 abrió su salón de banquetes, en los 40 introdujo los embutidos, helados y la pastelería de elaboración propia, en los 50 fue un punto de encuentro de artistas (Antonio Machín, Lola Flores, Josep Pla)… Así hasta los Juegos Olímpicos y el boom del turismo, cuando Barcelona dejó de ser una ciudad provinciana y se transformó en uno de los grandes reclamos de la industria turística.

LA RAMBLA DEL FUTURO

“El Núria ha resistido gracias a su capacidad de adaptación”, enfatiza Marcel Cortadellas, gerente del restaurante. Su socia es Montse Vila y ambos son nietos de Marcelino y Ramón, socios fundadores del Núria. Antes habían abierto el restaurante Santa Anna, cerrado desde el pasado marzo. “Nuestro gran reto es convertirnos en un centro de gastronomía local especializado en tapas y arroces. En los últimos años también ofrecemos una pequeña selección de hamburguesas, pasta y pizza para satisfacer a los turistas. Cuesta mucho competir con las grandes cadenas”, dice Marcel.

Fachada del Núria en los años 30 / CEDIDA

Fachada del Núria en los años 30 / CEDIDA


El Núria sigue abierto. Ahora solo trabajan tres personas de las 12 a tiempo parcial de los últimos meses. Antes de la crisis del coronavirus, entre el Núria y el Santa Anna empleaban a 60 trabajadores. Marcel está a favor de la reforma de La Rambla y recuerda su juventud. “Me gustaría recuperar La Rambla de hace unas décadas, con sus figurantes, sus flores, los retratistas y las buenas terrazas”, comenta.

LAS CELEBRACIONES DE BARCELONA

El Núria forma parte de la historia de Barcelona y de su centro. “Hemos visto las victorias sociales, políticas y deportivas de las últimas décadas”, recuerda Marcel. El Núria siempre aparecía en las fotografías de los festejos del Barça, que en muchos casos terminaron con incidentes a altas horas de la noche. Ahora sobrevive con su servicio de take-away, señal inequívoca de los duros tiempos actuales.

Mucha historia también tiene la Casa Beethoven. Historia, encanto y una buena sonoridad. Fundada en 1815, se instaló en su actual ubicación, al lado del Poliorama, en 1880. Es una de las pocas tiendas de partituras y libros de música que queda en Europa después de cerrarse las que había en Ámsterdam y Dinamarca.

Jaume Doncos, propietario de Casa Beethoven, atiende a un cliente / LLUÍS REGÀS

Jaume Doncos, propietario de Casa Beethoven, atiende a un cliente / LLUÍS REGÀS


CABALLÉ, LLACH E IBÁÑEZ

“Casa Beethoven tiene artículos muy especializados, pero también hemos introducido CDs, vinilos, libros (hay uno de Auschwitz y la música) y objetos de regalo para sobrevivir”, narra Jaume Doncos, de 59 años y 41 en el negocio. La mitad de sus clientes son barceloneses, un 20% del resto de España y un 30% son extranjeros. Sus clientes son músicos profesionales, músicos amateurs y estudiantes. En el pasado tuvieron como clientes a Montserrat Caballé, Lluís Llach y Paco Ibáñez, entre otros artistas. Con ellos no recuerda ninguna anécdota divertida, pero sí con un cliente anónimo, hace muchos años. Le preguntó si podía ver al señor Beethoven. Todavía alucina.

En Casa Beethoven coinciden devotos de la música y curiosos. Gente mayor y jóvenes como Carla (26 años) y Manuel (25). Ella es de Mollet y él es de Lisboa. Son amigos (o algo más, tal vez) y piden unas partituras que no encuentran en Holanda. También compran un libro. Carla estudia en La Haya y Manuel, en Ámsterdam. Es su primera visita a Barcelona y está encantado de visitar la tienda y La Rambla. Con una Rambla muy tranquila. Demasiado.

LOS GRANDES ENEMIGOS

Jaume cierra la venta. La suya es una clientela muy especializada. Él también espera cambios en La Rambla. “En los últimos años se ha despersonalizado mucho, como los negocios que se han instalado. Amazon, la piratería informática y las fotocopias son nuestros enemigos”, dice el propietario de Casa Beethoven, preocupado también por el futuro de La Rambla: “Ahora la gente ya no necesita ir a La Rambla para comprar”, lamenta Jaume, un asiduo del paseo con más magia de Barcelona, orgulloso de su pasado, preocupado por el presente y esperanzado con un futuro mejor.