Lara, su marido Denis y la pequeña Emilia, antes de la invasión rusa / CEDIDA

Lara, su marido Denis y la pequeña Emilia, antes de la invasión rusa / CEDIDA

El pulso de la ciudad

Lara, refugiada ucraniana en Barcelona: "No me gusta pedir, no estoy acostumbrada"

La joven madre de 25 años, vecina de Odesa, llegó el domingo con su bebé de nueve meses huyendo de la guerra

8 marzo, 2022 00:00

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No hace ni 24 horas que ha aterrizado en Barcelona y Lara Sitnik ya imagina su nueva vida en la capital catalana. “Me gusta mucho. Aquí todo el mundo es muy cálido y cercano”, explicaba este lunes. En el gimnasio del Institut Salvador Seguí (Sant Martí de Provençals) la actividad es intensa. Una decena de mujeres cierra cajas llenas de ropa. Aún no ha terminado el día y ya han organizado más de 100.

Esta joven madre de 25 años inspecciona algunas abiertas. Rebusca en una bolsa de plástico de calcetines para bebé. También inspecciona una mochila ideal para llevar a la pequeña Emilia de nueve meses. La ola de solidaridad coordinada por los ucranianos barceloneses no solo viaja a su país, atacado por la Rusia de Putin. También sirve a refugiadas como esta vecina de Odesa, víctima directa de la guerra y que ya “proyecta” su futuro aquí.

ESTADO DE SHOCK

Cuando las bombas empezaron a caer cerca de la costera ciudad, al sur, Lara y su hija viajaron 80 kilómetros hasta un pueblo donde no había llegado la guerra. Sin embargo, a los pocos días su marido Dennis le imploró que abandonara el país al registrarse varias muertes de civiles en la zona. La invasión sorprendió a este marinero en alta mar, en un barco de una empresa egipcia cuya tripulación está formada por ucranianos, rusos y filipinos. Tras la petición del esposo, ella prosiguió su huida hasta Úzghorod (oeste) en la frontera con Eslovaquia. “En Odesa hay bastantes bases militares. La gente decidió huir porque tenía mucho miedo. Estaban disparando muchísimo. La única solución era huir de allí”, relata esta veterinaria.

Lara rebusca en una bolsa llena de calcetines para bebé / GUILLEM ANDRÉS

Lara rebusca en una bolsa llena de calcetines para bebé / GUILLEM ANDRÉS

 

Lara asegura encontrarse en estado de shock. No acaba de creerse que haya dejado su vida entera atrás. “Hace un mes estábamos pagando la hipoteca de nuestra casa. Nos dejamos todos los ahorros en ella”. Viste la ropa que le deja la prima de su esposo, que reside en Barcelona desde hace siete años. Su pesado vestuario para combatir el frío ucraniano no le sirve. La familiar de su marido representa la primera red de acogida para esta mujer, una de las primeras refugiadas en llegar a una ciudad que se prepara para acoger a miles de civiles. Hasta que se reúna con su marido y encuentren un nuevo hogar, madre e hija dormirán en este piso de la familia en la vía Julia (Nou Barris).

1,5 MILLONES DE REFUGIADOS

Centenares de compatriotas con familiares en Cataluña han llegado a la ciudad en los últimos días. La comunidad autónoma es el territorio con más ciudadanos de origen ucraniano del estado. Por ello, la urbe catalana tendrá uno de los tres grandes centros de acogida para refugiados de la última guerra europea que está provocando el éxodo de población más rápido desde la II Guerra Mundial. De momento más de 1,5 millones de ucranianos han abandonado su país.

A Lara no le es extraña Barcelona. Es la segunda vez que se encuentra en la Ciudad Condal. Antes del recrudecimiento de la guerra ruso-ucraniana –iniciada en 2014 con la guerra del Donbas y la anexión de Crimea– el matrimonio había sopesado ligeramente la idea de instalarse en la urbe mediterránea. “A parte de su encanto, me sorprende que esté tan bien adaptada para los minusválidos”, observa.

Voluntarios ordenan el material recibido en la escuela ucraniana Mriya de Barcelona / GUILLEM ANDRÉS

Voluntarios ordenan el material recibido en la escuela ucraniana Mriya de Barcelona / GUILLEM ANDRÉS

 

"GANAREMOS. A PUTIN NO LE APOYA NADIE"

Sentada a su lado Yuliya Tsvyetkova traduce el relato en ruso de la refugiada al castellano. Esta catalana de 28 años vive en la ciudad desde hace 16 cuando abandonó su país natal junto a su madre y hermana gemela. Desde hace varios días acude casi a diario hasta este gimnasio –que es también la sede de la escuela ucraniana Myria a empaquetar cajas con ropa, comida y medicinas. "El sábado llegamos a las 2.600 cajas. Hemos dejado de contar. No me esperaba un volumen tan grande de ayuda. Emociona", explica esta graduada en Turismo.

Las dos paisanas reflejan el optimismo imperante entre la población que se ha quedado a combatir. "No será rápido, pero ganaremos. No importa que Rusia tenga mejor armamento. Contamos con mucha ayuda de la Unión Europea y Putin no tiene ningún apoyo", presume Lara. Las dos jóvenes subrayan la insistente petición desesperada del presidente ucraniano Volodimir Zelenski: el cierre del espacio aéreo con aviones de la OTAN. Esto conllevaría un enfrentamiento directo con los cazas rusos y Putin ha advertido que lo interpretaría como una declaración de guerra.

AMENAZA NUCLEAR

La comunidad ucraniana en Barcelona se ha movilizado con intensidad desde el 24 de febrero, cuando la guerra en el este del país se convirtió en un intento de invasión total por parte de Putin. La escuela ucraniana Myria es uno de los principales latidos de la cultura ucraniana en la ciudad. Desde hace cuatro años, la entidad celebra sus actividades (clases, conciertos, lecciones de violín, etc) en este gimnasio escolar. Más de 140 niños y niñas acuden cada sábado para fortalecer sus lazos con su país de origen, arrollado estos días por la última contienda europea.

Lara está convencida de que la amenaza de Putin con apretar el botón nuclear es pura parodia. "Es una manipulación. Él sabe que si hace esto ya no hay vuelta atrás", asegura. La muchacha sigue examinando juguetes depositados por decenas de vecinos de Sant Martí. No le resulta cómodo. "No me gusta pedir ayuda. No estoy acostumbrada", reconoce.