El Premio Nobel colombiano hubiese cumplido este martes 91 años / EFE

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La desconocida historia de García Márquez en Barcelona

El colombiano, Premio Nobel de Literatura, hubiese cumplido este martes 91 años

6 marzo, 2018 20:25

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El 17 de abril de 2014, a los 87 años, fallecía una de las mejores plumas del siglo XX: Gabriel García Márquez. El mundo lloró su muerte y el mundo ha recordado también este martes su nacimiento: hubiese cumplido 91 años. A lo largo de su vida, el escritor colombiano pasó por varias ciudades. Una de ellas es Barcelona, donde vivió durante ocho años. En ese prolífico periodo engendraría algunas de sus obras y pasaría del anonimato al éxito absoluto gracias a su libro más universal: Cien años de soledad. “Barcelona es la nostalgia donde se vuelve siempre”, decía.

Es bien conocido que Gabo vivió en la calle Caponata número 6 –en el barrio de Sarrià– cerca de Mario Vargas Llosas, antes de que este le pegara el puñetazo que rompió su amistad. Esa calle fue un icono en los años sesenta, cuna de la gauche divine.

No obstante, lo que pocos de ustedes sabrán es que el Premio Nobel de Literatura había vivido en otra casa en 1967, justo en el año en que las ventas de Cien años de soledad se disparaban en Argentina. Casualidades de la vida o no, la calle donde vivió en ese año el escritor es República Argentina, número 168, apartamento 4-2.

“¡Menuda sorpresa, qué ilusión!”, han confesado las inquilinas actuales del inmueble a Metrópoli Abierta. “No sabíamos nada”, han añadido. En este piso, que ahora se encuentra reformado y poco se parece al espacio que habitó Gabo, nació la primera parte de su obra más densa, El otoño del patriarca. Así lo ha confirmado a este medio el periodista y especialista en literatura latinoamericana, Xavi Ayén.

El estado actual en el que se encuentra la casa donde vivió Gabo en la calle República Argentina / LETICIA FUENTES

El estado actual en el que se encuentra la casa donde vivió Gabo en la calle República Argentina / LETICIA FUENTES


El contrato de alquiler de este inmueble –que acredita que pasó ese tiempo ahí– se encuentra en el archivo de la agente literaria Carmen Balcells. De hecho, el célebre escritor llegó a la ciudad de su mano y, tiempo más tarde, se convirtió en una gran amiga para él.

Durante su estancia en Barcelona, además de El otoño del patriarca, el colombiano que se obsesionaba con los adjetivos –días y días– escribió otros libros como el relato La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), publicado en Barral Editores, y Doce cuentos peregrinos, que vio la luz en 1992. “En este libro se incluyen escenarios barceloneses, como Horta, la Rambla o la Barceloneta, y descripciones de interiores de pisos”, ha explicado Ayén a Metrópoli Abierta. En esa misma época se editó también su obra de no ficción Relato de un náufrago (1970) en Tusquets.

EL REALISMO MÁGICO DE GABO

A día de hoy, el escritor sigue encabezando una larga lista de escritores vinculados a la corriente del realismo mágico. La sombra de la lista es alargada. Entre ellos destacan el peruano Vargas Llosa, los mexicanos Carlos Fuentes y Juan Rulfo, el venezolano Arturo Uslar Pietri, el ecuatoriano José de la Cuadra, los chilenos Pablo Neruda e Isabel Allende... hasta el argentino Luis Borges. ¿Qué tienen en común todos ellos? En una palabra: Latinoamérica.

Sin embargo, el propio García Márquez afirmó en varias ocasiones que sus novelas y cuentos tenían mucho realismo y poca magia. “Nada puedo hacer si mis páginas han sido consideradas como fruto de una desenfrenada fantasía. Lo que yo sé es que en mis páginas no hay ni una línea que quien vive en el Caribe no considere cotidiana y normal”, decía el creador de Macondo. Quizá, entonces, el realismo mágico en Latinoamérica no sea tanto una corriente sino más una característica cultural intrínseca del continente: la magia constante que brota en lo cotidiano.

En 1975, ante la incertidumbre después de la muerte de Franco, Gabo se fue de Barcelona. Aunque, a escondidas, regresó. Porque si algo tenía claro el escritor es que “viajar es regresar”. Y, así, una y otra vez, de un lugar a otro. Hasta los siglos de los siglos.