Dentro de un año se celebrarán las elecciones municipales. Si hay algo que caracterizará estos últimos doce meses de actividad municipal será la ingente publicidad institucional que pagaremos entre todos los barceloneses para resaltar lo mucho y bien que ha desempeñado su función nuestra alcaldesa. Así, Ada Colau intentará convencernos con el dinero de nuestros impuestos de su “magnífica” labor presupuestando anualmente en concepto de publicidad más de diez millones de euros en el ayuntamiento y otros tres desde el Área Metropolitana que preside. Dicho de otra manera, más de dos mil millones de las antiguas pesetas en un solo año para autobombo municipal y a mayor gloria de la alcaldesa. La publicidad institucional ha de ser veraz, útil e informar de los servicios y derechos de los ciudadanos, pero, en ningún caso, debe ser una campaña encubierta partidista al servicio electoral del gobierno municipal.

Cabría preguntarse dos cosas al respecto. ¿No existen otras prioridades en nuestra ciudad más acuciantes, la atención a las personas más vulnerables y en barrios, por ejemplo, que atender que los fastuosos anuncios de la alcaldesa? Si Ada Colau lo hace tan bien, ¿por qué debe “informarnos” de sus logros que debiéramos constatar los vecinos por nosotros mismos, de ser ciertos, sin precisar de este multimillonario gasto?

En cualquier caso, siempre tendrá Ada Colau posibilidades austeras para dar rienda suelta a su vorágine publicitaria sin coste alguno para el erario público. Así, le sugiero ser la alcaldesa-anuncio que, además de no costar un euro al ayuntamiento, le permitiría deambular por la calle escuchando a los vecinos. Me temo que nuestra edil antes de recurrir a esta técnica publicitaria consistente en portar sendos mensajes sobre su cuerpo con dos carteles, uno frontal y otro al dorso colgados de su cuerpo y asidos por unas correas, optará por los encartes masivos en prensa escrita, innumerables cuñas de radio, anuncios en tv o interactuar en redes sociales y webs municipales cuando no regar con dinero público a sus entidades afines ideológicamente.

No contenta con que le paguemos los barceloneses sus campañas de partido disfrazadas de publicidad institucional que reflejen lo bien que lo hace todo y silencie cuanto negativo, que es mucho, de su gestión, estemos preparados para ser pseudo informados de todo lo que quiere hacer en los próximos años el ayuntamiento y no ha hecho en los últimos.

Lo estamos comprobando estos días recientes cuando el gobierno municipal nos taladra con campañas y anuncios, por ejemplo, diciendo que se va a recuperar el frente marítimo en el que el deporte será fundamental o que promoverán más vivienda social. Estos y tantas otras promesas llevamos años escuchándolas de aquellos que portan décadas gobernando. Así, los comunes de Ada Colau e IC, que forma parte de su grupo municipal, han gobernado 40 de los 44 años de democracia local y, sin embargo, la vivienda social y de alquiler apenas representa el 4% del parque de Barcelona, las desigualdades entre los barrios se agrietan cada vez más y no dejan de reiterarse en los mismos, cuando no son materializadas convocatorias de ayudas a personas y colectivos vulnerables, entre tantas carencias de ciudad.

Convocadas las elecciones, el ayuntamiento tiene prohibido por ley realizar campaña institucional alguna, pero eso solo sucederá en los dos últimos meses antes de la celebración de la jornada electoral municipal. Hasta entonces nuestra alcaldesa tiene barra libre para gastar millones de euros de los barceloneses en su vanagloria de gobierno y autobombo político. Un despropósito. Ni siquiera nos sirve de consuelo el que, si lo hiciera tan bien como se proclama, sería innecesario gastarse tanto dinero en evidenciarlo. Que tengamos una alcaldesa nefasta es una adversidad para Barcelona e inaceptable es que se despilfarren recursos públicos para mayor gloria de la alcaldesa-anuncio.