El término "trabajo de conocimiento" (Knowledge Work”) fue acuñado por el consultor de gestión empresarial Peter Drucker, quien pronosticó en el lejano 1973 que, en dos décadas, sería imposible mantener un estilo de vida de clase media trabajando solo con las propias manos. El comentario profético de Drucker pronóstico los grandes cambios que afrontamos y la aparición de los "trabajadores del conocimiento" (Knowledge Workforce). En la última década del siglo XX y la primera década del XXI, hemos visto la predicción de Drucker hecha realidad.

Hoy en día, todos los empleos deseables en las economías industrializadas, y también cada vez más en las economías en desarrollo, precisan cada día un más un mayor componente de conocimientos. Es mediante la aplicación de estos conocimientos y habilidades especializadas que los empleados agregan suficiente valor a lo que hacen para justificar el costo de emplearlos. En un futuro muy cercano, cualquier empleado cuyo "valor añadido" no exceda su costo salarial va a ser reemplazado, tarde o temprano, por software y/o hardware, por robots o algoritmos. La mejora y la formación continua es la única ruta hacia la prosperidad personal.

Ya hace años que se constituyo en Barcelona el “Cercle del Coneixement”, que sigue operativo como capítulo de la Societat Económica Barcelonesa d’Amics del País, SEBAP, para debatir sobre este asunto. También el Círculo de Economía dispone de un comité de economía digital. Son grupos de trabajo muy sensibilizados con este tema, pero como miembro de ambos grupos, creo que menos activos y con menor influencia de lo deseable.

Las comunidades inteligentes deben ser capaces de crear una fuerza laboral cualificada para la economía digital y del conocimiento, de hecho, como indica el manifiesto que al respecto emitió el circulo de economía, la economía hoy es la economía digital. No existe una economía que no sea digital. Necesitamos generar talento tanto para la industria, como para la investigación, el comercio, los servicios profesionales, los centros de interacción con clientes, la industria agroalimentaria o para albergar sedes corporativas, este último aspecto un claro punto débil de la economía de la ciudad, acentuado, por los últimos acontecimientos provocados por quienes no entienden que el poder económico es mucho más importante y poderoso y por tanto deseable que el poder político. Las grandes ciudades norteamericanas nos son en muchos casos las capitales del estado.

La educación es la clave del éxito, empezando en la infancia y continuando a lo largo de toda la vida, desde preescolar pasando por escuelas secundarias, universidades técnicas, escuelas de posgrado y sobre todo formación continua. Barcelona debe convertirse en la Boston del Mediterráneo y esta en una inmejorable situación, con reputadas escuelas de negocios y universidades privadas y públicas, que no deberían olvidar que universidad viene de universal y por tanto deben de atraer a profesores y estudiantes de todo el planeta y por ello seguramente debemos olvidarnos de dar prioridad al catalán y dárselo al castellano y sobre todo al inglés.

La colaboración entre el mundo educativo y la empresa debe ser permanente y muy estrecha. La empleabilidad de los ciudadanos es vital y depende de ello. Las tecnologías evolucionan a velocidades vertiginosas y la obsolescencia de productos y servicios estalla casi sin previo aviso. Hay que preparar a los estudiantes para que hagan carrera tanto en las industrias líderes y emergentes, como en aquellas con capacidad de adaptación al cambiante ecosistema tecnológico, económico y sociocultural. Como entre otros Charles Darwin y Tom Peters dijeron, lo importante es la capacidad de adaptación al cambio.

No solo hay que crear el talento, hay que mantenerlo y atraerlo. Los trabajadores del conocimiento aspiran a una buena calidad de vida y la comunidad que les acoge debe brindársela. Debido a que tienen habilidades, están dispuestos a moverse en busca de mejores oportunidades para desarrollarlas y para incrementar su bienestar. Las comunidades inteligentes invierten en activos físicos y digitales (por ejemplo, gobierno electrónico) que mejoran su calidad de vida y brindan facilidad y comodidad a los ciudadanos y a las empresas en sus tratos con el gobierno. La inversión inteligente y la implementación inteligente de estos programas pueden hacer que incluso las comunidades pequeñas y remotas sean altamente competitivas en la batalla mundial por el talento.

¿Esta Barcelona esforzándose por crea, atraer y mantener talento? ¿Entiende los gobernantes de la ciudad el ecosistema en el que vivimos y como está cambiando?