Año electoral y con todo, casi, a punto para una carrera que culminará con un nuevo alcalde de Barcelona, debido a las escasas posibilidades de que Ada Colau pueda renovar su mandato, y a que el resto de candidaturas han designado, por ahora, a hombres para encabezar las listas. Pero lo realmente sustancial en esas elecciones todavía no ha surgido con toda la fuerza que debería. Se trata de la cuestión metropolitana, de un debate en profundidad en el que participaran todos los candidatos y candidatas a alcaldías del área metropolitana para establecer prioridades y canales de coordinación. Se habla con solemnidad del hecho metropolitano, pero no se perciben medidas destinadas a reforzar esa teórica apuesta.

La cuestión metropolitana será cada vez más acuciante para abordar las necesidades de los ciudadanos, desde la vivienda hasta el ocio y la cultura. La más prioritaria, seguramente, es la vivienda porque durante décadas los gobiernos locales y también la Generalitat, olvidaron que lo único que resulta eficaz es adquirir suelo para destinarlo a la vivienda pública protegida, en colaboración con los operadores privados. El alquiler de esas viviendas, con contratos fijados en el tiempo para que pueda haber rotación en función de las distintas personas que las necesiten, es lo más razonable y lo que mejor funciona.

Y eso se puede realizar en colaboración con todos los municipios del área metropolitana, para que se pueda cumplir ese sueño metropolitano: vivir y trabajar en una gran mancha urbana, que tiene como gran motor el municipio de Barcelona. Con ello, además, se podría descongestionar una urbe que comienza a ser muy agobiante y que ha ido perdiendo población en los últimos años.

Lo señalan expertos como Vicenç Hernández, presidente de la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios de España, quien incide en que todo debe pasar por esa política conjunta en una dimensión superior a la del municipio: la metropolitana. El Área Metropolitana de Barcelona, cuyo vicepresidente ejecutivo es Antoni Balmón, alcalde de Cornellà, cree en la idea y trabaja por ello, pero, todavía, lejos de las expectativas. Falta ambición y medios. Hernández asegura que se debe contar con el sector privado, con un ámbito mucho mayor que el actual. Lo que pretenda hacer ahora Ada Colau será muy modesto respecto a lo que se pudiera impulsar con otros municipios, buscando terrenos, mejorando las comunicaciones y actuando de forma conjunta.

Lo mismo sucede en relación a la movilidad, con un parque de bicicletas de alquiler que todavía no ha alcanzado la dimensión metropolitana, porque, --es cierto-- Barcelona lo impulsó antes y suscribió unos contratos con el operador privado que no se pueden tocar hasta la fecha de vencimiento. En eso hay también la conciencia de que se han cometido errores.

Otro ámbito es el cultural, y lo señalaba en Metrópoli el impulsor del I Congreso de Espectadores de Teatro, Pepe Zapata. ¿Conocemos las programaciones culturales de municipios que han hecho un gran esfuerzo en ese sentido, como El Prat o Viladecans? ¿Estamos dispuestos a desplazarnos, entendiendo que es toda la ‘gran ciudad’ la que debería actuar como un gran escaparate cultural? ¿Y quién lo promociona? Porque el resultado de no hacerlo es que la masa crítica se estanca, es siempre la misma: la que acude a unos determinados teatros del centro de Barcelona, la que se interesa por determinadas exposiciones del CCCB o la que llena las librerías de Barcelona un sábado por la tarde.

Más allá de la lucha partidista, tocaría que los candidatos y candidatas de la Gran Barcelona expliquen cómo se podría lograr esa especie de patriotismo local. Porque, es verdad, sin Metrópolis no hay paraíso. Y la paradoja de todo ello es que se podría conseguir sin un esfuerzo excesivo, sin que cada alcalde haga de su parcela su propio reino.