Habrá denuncias, en otros casos. En cambio, en Badalona, lo que prima es el silencio. Pero se sabe que las agresiones sexuales y los casos de violencia entre adolescentes se han incrementado de forma notable en muchos barrios de las grandes ciudades de Catalunya. Se prefiere minimizar una situación explosiva, porque se considera también que airear los casos puede suponer una propaganda que incentive una espiral sin fin. Es cierto que hay que ser prudente, y que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad. Pero otra cosa distinta es actuar con un ‘buenismo’ injustificado, que consigue, en realidad, un efecto mucho más negativo: negar una realidad que se relaciona con la pugna entre varios colectivos por la supervivencia, por obtener ayudas, por intentar instalarse en un determinado lugar.

¿Se causa un perjuicio a la sociedad o se contribuye a que todos podamos abrir los ojos ante esas situaciones tan reales cuando se informa de que el barrio de Sant Roc de Badalona vuelve a ser señalado por la actuación de unos determinados colectivos, gitanos en el caso que nos ocupa, sobre la violación a una niña de una familia africana de Ghana, de piel negra?

Eso es así, según las fuentes vecinales y policiales que ha consultado Metrópoli, como se informó en este artículo. Lo que está en juego es el comportamiento de un grupo de menores de la comunidad gitana, que ya ha protagonizado otros intentos de agresión a jóvenes, ya fuera en el Centre Comercial Màgic de Barcelona o en sus alrededores, como en la feria de Gorg. ¿Se criminaliza a la comunidad? Eso afirman los ‘buenistas’ que consideran que todo se arregla con psicólogos y una atención individualizada en los colegios. Pero, ¿hablamos de forma genérica, como si todos esos alumnos estuvieran matriculados en una escuela pública del Eixample que ha adoptado la enseñanza por proyectos, y que tiene el apoyo de todos los padres eco-progresistas-acomodados? No, no podemos aplicar las mismas fórmulas que se aplica la sociedad bienpensante barcelonesa que lleva a sus hijos a los esplais y que organiza el deporte matinal de los sábados.

Es una tragedia, sí. Pero es la realidad. Y habrá que afrontarla, sin miedo, con respeto, pero también con contundencia. Porque no es aceptable que sea la familia de la niña de Ghana la que sufra los excesos de los menores que la atacaron y la violaron. Hay que interiorizar lecciones que están bien, que están cargadas de razones. En un debate en 8TV, el doctor en Psicología Antonio Andrés Pueyo, señalaba que el problema es más la violencia que la agresión sexual, y que esos colectivos de adolescentes, muy influidos por las redes sociales, por el acceso fácil al porno en Internet, y a escenas violentas de todo tipo, deben recibir una atención individualizada, intentando no romper sus vidas cotidianas, desde la comprobación empírica de que la gran mayoría de esos jóvenes no recaen en esas actitudes años después.

Pero el problema en Badalona es otro. Resulta que un colectivo de jóvenes de una comunidad determinada, que se ampara en reglas propias, ha cometido ya otros desmanes en la propia ciudad. Y la impresión que se ofrece, se quiera o no, por parte de los ‘buenistas’ que buscan cómo arreglarlo todo sin romper nada, es que no interesa lo que le suceda a una niña de once años que tampoco es ‘nuestra’, porque forma parte de la inmigración africana, y no sabemos apenas nada de ellos.

Es duro decirlo. Es mejor seguir los pasos que aconsejan psicólogos tan buenos y respetados como Antonio Andrés Pueyo. Es mejor seguir a los dirigentes de los partidos políticos y a las asociaciones educativas. Pero, ¿a qué debemos esperar, a que la comunidad gitana dicte sus propias órdenes, y castigue a sus jóvenes desmelenados en los centros comerciales? ¿A qué se vayan a otras ciudades los que han sido agredidos, o, que se vayan del país?

Hay un problema grave en determinados barrios de las grandes ciudades. Y es urgente que se aborden. Con todas las consecuencias, sin los ojos, a priori, de un buenista.