Pocos son los barceloneses que no conocen la antigua cárcel Modelo. Durante muchos años fue la prisión en principio modélica, construida entre 1881 y 1904 por los arquitectos Salvador Viñals y José Domenech y Estapá, arquitectos afines al movimiento modernista imperante en la época. Una construcción con un concepto novedoso de entender la arquitectura y el funcionamiento de este tipo de edificios, implementando la idea de diseñar un edificio en seis brazos que convergen en un cuerpo central cubierto con una cúpula a modo de panóptico. Un nombre que proviene del monstruo griego de los cien ojos, Panoptes. Una concepción casi bien filosófica, que de la mano de Jeremy Bentham pretendía eliminar la relación que existe entre el que mira y el que es mirado. Un planteamiento muy acorde con la necesaria vigilancia que un edificio de estas características tenía que tener.

Los reclusos podían estar vigilados sin saber que lo estaban. Los arquitectos diseñaron una tipología arquitectónica según este criterio, que  años más tarde se iría repitiendo en diversas cárceles de todo el mundo. Lo que se conseguía gracias a esta propuesta de estructura radial, era dotar de una seguridad necesaria con pocos recursos humanos de vigilancia.  La prisión fue promovida por el que fuera Magistrado de la Audiencia Nacional Pere Armengol i Cornet, con la pretendida inquietud de facilitar a los presos su reincorporación a la sociedad. Pero la realidad superó a todos los buenos propósitos, dado que el proyecto que originariamente se pensó para 800 reclusos en celdas individuales, acabó años más tarde sobrepasado por el hacinamiento de internos.

El Ayuntamiento se hizo con la propiedad de la cárcel después de más de 30 años de reclamación, y se cerró definitivamente en el año 2017. A partir de entonces muchos han sido los vaivenes sobre este enorme solar que ocupa dos manzanas de nuestro Eixample. La futura urbanización y reconversión de la antigua cárcel tiene prevista una inversión de 47 millones de euros por parte del Ayuntamiento y otros 47 millones más que sufragará la Generalitat, un presupuesto que pretende reordenar parte del edificio existente, así como la construcción de nuevos equipamientos y pisos sociales. Una propuesta que se adaptará al nuevo Plan Director de la Modelo del año 2019, que determina y hace hincapié en la conservación de la memoria histórica del edificio, rehabilitando el cuerpo central panóptico, así como a parte de sus brazos o galerías, incluyendo un conjunto de equipamientos que desde hace años eran prioritarios para los vecinos, todo ello ubicado en un gran parque urbano de aproximadamente 14.000m2.

Sin embargo, las actuaciones de esta naturaleza pueden dar lugar a ciertas tensiones, que sin duda se tendrán que resolver. En primer lugar, un proyecto de esta importancia tiene que interpretarse con una visión urbana de ciudad en su conjunto, y sin duda alguna escapa a lo que se pueda entender como un parque o una actuación de proximidad. Habrá que pensar en esta actuación urbanística, como espacio ganado para toda la ciudad, un pulmón verde más que necesario en una Barcelona muy carente de los mismos. Una actuación entendida como ciudad en su conjunto, superando los límites de una influencia territorial próxima en donde esté ubicado. 

Al mismo tiempo, tiene que ser escrupulosamente garantista con la rehabilitación de las edificaciones existentes, velando por la defensa de la calidad arquitectónica y constructiva que los actuales edificios tienen, a fin de preservar la memoria histórica de un edifico que ha tenido unas vivencias que han estado en la memoria de muchos ciudadanos. También habrá que tener cierto cuidado de que, como consecuencia de la conservación de ciertas partes de la estructura del edificio central, no se fraccione excesivamente el parque, quedando de esta forma disgregado y descompuesto de lo que podría ser un gran parque para la ciudad.

En referencia a los equipamientos acordados y a los 150 pisos pactados, solo está en funcionamiento actualmente la escuela Xirinacs, quedando el resto, lamentablemente sin fecha prevista de construcción.

Por otra parte, habrá que estar también atentos a la tan deseada incorporación de los equipamientos y a la construcción de las nuevas viviendas en régimen de alquiler social. Unos objetivos reivindicados por la comunidad vecinal, que no deben provocar un incremento de los precios de las viviendas en la zona. Un riesgo que posiblemente viene derivado y en algunos casos precisamente como consecuencia de la propia transformación urbanística. Riesgo que ya nos alertó con la especulación sufrida en un edificio de la calle Entença limítrofe con la cárcel. Un proceso que llevó, como consecuencia de la venta de la finca a un fondo de inversión, a la no renovación de los contratos de alquiler de los vecinos que vivían en ella.

En definitiva, aquello que tiene que ser un bien para toda la ciudad, no se puede convertir en benéfico para unos pocos, y de este modo en desvirtuar el barrio, contribuyendo a una gentrificación no deseada.