Confesado y escrito está desde 2015, cuando Ada Colau llegó a alcaldesa. “El Observatorio Desc fue mi primer empleo estable.” Allí trabajó, si lo suyo se podía llamar trabajo, desde 2007 hasta 2015. Y de allí salió una cuadrilla de personajes como Gerardo Pisarello, Jaume Asens, Gala Pin, Vanesa Valiño, Eloi Badia, Águeda Bañón, Adrià Alemany y otros presuntos cooperadores necesarios que ahora investiga la Fiscalía. Con el Desc pasa como con la corrupción cuando mandaba CiU. Todos lo sabían, pero nadie decía que, bajo la cobertura de una oenegé que jamás ha presentado unas cuentas claras, hay otro de los muchos comederos, pesebres, institutos, empresas y canonjías subvencionadas por la Generalitat y el Ayuntamiento. Una puerta giratoria para colocar o recolocar adictos de los partidos en el poder. Era y es una escuela de funcionariado paralelo y de negocios bajo mano.

“En el Desc es donde más aprendí y he podido aportar mi experiencia en el activismo social como técnica de cooperación y después como responsable del área de derecho a la vivienda”, presumía la nueva alcaldesa. Acto seguido, comenzó a enviar más y más dinero público a dicho tinglado, a sus proyectos, estudios, asesorías y viajes a Cuba, Palestina, Ecuador y países relacionados con el entramado de negocios urbanísticos, de ingeniería y políticos de Jordi Borja. El cerebro, tótem y tabú de su tropa ahora establecida en diversas áreas de un sistema y un poder que prometían cambiar. Se llaman comunes en Cataluña y podemitas en España. Por eso Colau ha felicitado al machote de Galapagar que se presenta a las elecciones madrileñas y ha llamado “neofascista” a la presidenta de Madrid. Así que a ella ya se la podría llamar “neo-presunta delincuente”, por ejemplo.

Como siempre, Colau se entromete donde no le toca para ocultar sus tejemanejes y fracasos en Barcelona y predicar que todo el mundo tiene la culpa de todo, menos ella. Así ha conseguido que esta semana el canal Cuatro de televisión, no sospechoso de fascista, haya dedicado un programa especial a Barcelona como “la ciudad más peligrosa de España”. Además, los cónsules y diplomáticos de Barcelona se han quejado de la inseguridad y reclaman protección para sus ciudadanos. Cada vez que se habla de inseguridad, la alcaldesa se defiende como gata panza arriba, promete que habrá más guardias urbanos, y encubre que no permite hacer su faena a los especialistas en antidisturbios. Luego pasa que les queman las furgonetas, y hay que entrenar al resto para proteger sus locales sin los medios necesarios.

Para demostrar que a su policía no le falta de nada, el Ayuntamiento ha convocado un concurso público por valor de 72.000 euros para dotar a los agentes de crema solar. Las condiciones son tantas, que parecen un prospecto de farmacia hecho a medida para una marca decidida de antemano. Especialista en maquillar las palabras, las mentiras y la realidad, Colau olvida que ni los afeites ni los cosméticos consiguieron enmascarar que no tiene talento ni para ser actriz.