Qué dura es la vida de la alcaldesa. Todo el mundo la critica. Evidentemente por ser mujer y bisexual. No se admiten críticas, debe decir el nuevo eslogan de Colau y sus comunes. Porque son machistas y representantes del heteropatriarcado. Quizá deberían preguntarse porque el 70% de los barceloneses están hasta el más allá por la acción de Gobierno que tiene mucho de acción y poco de gobierno.

Desde los constructores que se niegan a incorporar en sus promociones el 30% de vivienda pública porque es una sinrazón.

De los vecinos que ven como sus calles se convierten en el estercolero de coches mientras otras han sido agraciadas con paseos peatonales que incrementarán el precio de la vivienda y serán víctimas de la gentrificación. Ya verán como suben los alquileres en las calles con premio y los inquilinos tendrán que salir a la carrera.

Del Gremi de Restauració que está hasta las narices de las trampas saduceas del consistorio que impide el desarrollo normal de una actividad económica que da trabajo a más de 8000 familias.

De los vecinos de la Via Laietana, del Eixample, de Vallcarca, de la Barceloneta, del barrio Gòtic, del Poble Sec que ven como sus barrios están viviendo todo un calvario de obras sinsentido.

De los trabajadores y trabajadoras que vienen a Barcelona cada día a ganarse el pan con el sudor de su frente y que además de currar tienen que sobrevivir a la ginkama de restricciones circulatorias que aumentan el tráfico y la polución.

De los transportistas que están hasta el gorro de problemas para hacer su trabajo porque esquinas las había pero y no las hay y tienen que utilizar esas horribles zonas peatonales que son consecuencia de mentes calenturientas.

De los comerciantes que ven como sus calles se convierten en peatonales los fines de semana y la afluencia de compradores se reduce de forma ostensible.

De los empresarios que están hartos de los inconvenientes que les pone el ayuntamiento y que los trata como a delincuentes.

De los guardias urbanos que no quieren seguir siendo el blanco de críticas cuando ni tienen los medios ni las ordenes oportunas para hacer su trabajo.

De los vecinos de Sant Andreu que juran en Arameo con el engendro de la recogida puerta a puerta.

De los ciudadanos que alucinan cuando la alcaldesa pone como ejemplo las viviendas contenedor diciendo que son dignas.

De los barceloneses, en general, que ven como sus impuestos no parecen tener fin mientras la ciudad es un caos, está sucia y da más bien pena.

En cinco meses nos jugamos el futuro de los próximos cuatro años. Evitemos más disgustos a la alcaldesa y enviémosla a su casa. Así se ahorrará críticas y dejará de ser una incomprendida. Hagámosle un favor. Que se haga realidad lo que dicen las encuestas: que el 70% de los barceloneses quieren un nuevo alcalde. Si repite en el cargo la culpa solo será nuestra. El hartazgo solo se cura con cirugía electoral. Está en nuestra mano evitar que Barcelona sea sólo un reflejo de lo que fue y que vuelva a ser la Ciudad de los Prodigios.