La operación se pensó como algo muy interesante y necesario. La candidatura de Xavier Trias podía servir para que Junts per Catalunya recuperara el pulso, para que apostara de una vez por todas por los acuerdos en las instituciones, lejos de la fiebre independentista. A su vez, ese ascenso de una fuerza nacionalista podía quitar aire al adversario directo, a Esquerra Republicana. Y esperar, con todo ello, acuerdos entre los ex convergentes, y los socialistas para que Barcelona pueda volar de nuevo. Pero la candidatura de Trias también ha tenido un efecto: Ada Colau se ha crecido ante el representante de la vieja burguesía, la que se ‘hizo’ independentista para poder tener –como otras veces a lo largo de su historia—un pie en cada lado, llegado el caso. Colau, que se maneja bien en las refriegas electorales, no ha quedado rezagada, según las diferentes encuestas publicadas, a pocos días del inicio oficial de la campaña electoral.

Colau, sin embargo, que sabe utilizar sus armas, podría no llegar con aire suficiente al final de la carrera. Su estrategia, si se recuerdan sus primeros años de mandato, supone una gran paradoja. Como supuesta representante del activismo anti-establishment en Barcelona, está relegando una bella estampa a los baceloneses que viven en pleno centro de la ciudad. Y no solo se trata de una imagen estética. También crematística, porque la calle Consell de Cent va tomando forma y la superilla puede convertirse en un paseo muy apreciado por el conjunto de barceloneses.

¿La activista trabaja para los propietarios de los inmuebles que revalorizados con la reforma de Consell de Cent? Colau es consciente de esa realidad, de que puede beneficiar a muchos vecinos del centro, pero lo que pretende con ello es que sea un ejemplo que ilustre su batalla contra el coche. Consell de Cent, por tanto, actúa como un gran escaparate para todos los vecinos y vecinas de Barcelona, que pueden contar, otra vez, con el intangible que representa sentirse partícipe de un proyecto urbano admirado en el mundo, como sucedió con los Juegos Olímpicos de 1992.

Ahora bien, ¿será suficiente para revalidar la alcaldía? Los resultados en el Eixample pueden deparar sorpresas. Colau no es la representante de los vecinos más desvalidos de la ciudad. Esa ha sido su retórica. El perfil del elector de los comunes se siente bien en el Eixample. Suele desplazarse en bicicleta, llevar a los niños al colegio en la cesta del vehículo, trabajar en una cooperativa relacionada con los seguros –con las nuevas normas sobre los patinetes tendrá unos buenos ingresos adicionales— y organiza paradas de mercados medievales los sábados por la mañana en la misma calle Consell de Cent. ¿De verdad es el mismo votante que el vecino de Torre Baró o del Besòs, que ha visto cómo las grandes inversiones urbanísticas del mandato de Colau se concentraban en los barrios del Eixample?

Los comunes no son un partido de la izquierda clásica. Pertenecen a un fenómeno político que ha sido analizado desde hace décadas y que guarda relación con los llamados valores post-materialistas. Los identificó el científico social Ronald Inglehart y, con los correspondientes vaivenes, en función de la coyuntura económica, siguen vigentes y se expresan con fuerza en Barcelona.

Hay valores, claro, compartidos, y la necesidad de mejorar la calidad del medio ambiente en las ciudades es algo que ya no se discute. Pero lo que puede suceder en estas elecciones, a solo tres días de que se inicie la campaña electoral, es que Colau obtenga un muy buen resultado en el Eixample, pero no gane las elecciones, porque en el resto de la ciudad pueden primar otras cuestiones, como la seguridad, el empleo o la atención personal por parte de la administración local.

La paradoja de la paradoja es que Trias invite a Colau a ser su gran adversario político, con declaraciones como la expuesta sobre el salario de 3.000 euros, que no sería suficiente, a su juicio, para llegar a final de mes. Aunque fue rápido el socialista Jaume Collboni en contestarle, para Colau se trata de un caramelo que tratará de explotar, --fiel a su retórica anti-sistema-- cuando sabe, ¡qué cosas!, que muchos de sus electores potenciales del Eixample están cerca o superan esos ingresos. Y, de hecho, cobrarán mucho más cuando sepan rentabilizar sus inversiones en calles como Consell de Cent, que parecerá la avenida de una gran ciudad europea, para deleite de los flâneurs.