Ada Colau se pasa la vida dando lecciones. Cuando habla, se escucha y se gusta. Hace seis años, en su época de activista con cargo, poco podía imaginarse que un día disertaría sobre los peligros de la movilidad durante una pandemia y su moralina hartaría a muchos barceloneses, que esperan más hechos y menos gestos de su alcaldesa. La misma persona que presume de ética y habla de los efectos nocivos de los vehículos privados y de la necesidad de que todos nos quedemos en nuestras casas para evitar, se salta sus propias recomendaciones y admite que su pareja y sus hijos se han desplazado ese mismo día con su coche particular para pasar un bonito fin de semana. Fuera de Barcelona, por supuesto, que ella es de buena familia.

Tres horas antes de que Colau cargara contra la Generalitat por su gestión en la crisis del coronavirus y pidiera a los ciudadanos que se quedaran en sus casas, Adrià Alemany metía una maleta tras otra en su coches. La escena, contemplada por algunos barceloneses, causó sorpresa, incluso indignación, entre sus vecinos, a quienes después sorprendió con unas palabras que chocaban con las escenas que habían presenciado.

Alemany reaccionó rápido tras la rueda de prensa de Meritxell Budó y Alba Vergés. A la que vio que pintaban bastos en Barcelona y su área metropolitana, cogió a los niños y escapó a toda prisa. Ahora, posiblemente, lo esté pasando de lujo, fuera de los agobios de una ciudad que palidece por culpa del coronavirus y la falta de empatía de su alcaldía con los sectores económicos de la ciudad. Colau, presuntamente, no lo pasará tan bien. Asegura que ella no se mueve de Barcelona.

La alcaldesa, con toda su carga ideológica y obsesiones, va a la suya. Se pasa los días liándola por donde pisa, eliminando carriles de circulación a diestro y siniestro, pero se acuerda muy pronto de las ventajas de tener un coche privado cuando las cosas se complican. Adrià, eso sí, ha tenido que armarse un poco de paciencia para salir de Barcelona, con tantas trabas y calles pintadas de amarillo y azul. Y suerte tiene que de regreso no se encontrará con una Meridiana cortada por las protestas independentistas.

A Colau y los comunes todo se la repatea. Seguro que muy pronto alardearán de su compromiso por una Barcelona verde y solidaria. Y cargarán otra vez contra la industria automovilística y las grandes empresas. Y desquiciarán a los comerciantes con sus restricciones en la movilidad. Ella, la primera alcaldesa de Barcelona cuya candidatura no fue la más votada en unas elecciones municipales, cree que lo tiene todo atado y bien atado, con un PSC que se contiene y una oposición muy fragmentada. Su legado, al tiempo, no será tan generoso. La pena es que Barcelona sigue en caída. Y lo que queda.