Algún día alguien en este país descubrirá que esto no es Hollywood (ni tiene por qué serlo) y que una entrega de premios cinematográficos no implica una soporífera gala nocturna con una alfombra roja de los horrores/errores. E igual que pasa con el cine, sucede con la moda. Por eso esta semana se celebra una edición más de la 080 Barcelona Fashion, y la pasada, la Cibeles, en formato pasarela jugando (por cierto, con dinero público) a imitar a las únicas capitales de la moda mundial (París, Milán y Nueva York). Lo inquietante es que este empeño por querer ser lo que no se es provenga tanto de Barcelona como de Madrid; convirtiendo a toda la geografía, de punta a punta, en provinciana.

Después de una semana, a mi wasap todavía siguen llegando mofas sobre el atavío que el President de la Generalitat, el del Parlament, la consellera de Cultura y la alcaldesa de Barcelona gastaron la noche de los premios Gaudí. La mayoría del choteo viene dado porque se suponía que la Ciudad Condal era la cuna del diseño conceptual y cosmopolita. Y quizá ahí resida el problema, lo era. En teoría, en Barcelona no se llevaba lo de combinar traje con mocasines como hace Quim Torra; se apreciaba la diferencia entre una americana slim (entallada) y una estrecha como la que luce Roger Torrent; vestir de gala no implicaba disfrazarse como Laura Borràs; y quien defendía un total look negro con camiseta pancarta lo hacía con ropa de su talla y no lo que pretendió Ada Colau. En comparación con el resto del Estado (si comparábamos con Francia, ná de ná), en Barcelona el estilo se antojaba más informal, alternativo. Sin embargo, me pregunto quién y cuándo sugirió que nos sumergiéramos bajo la desidia o la mediocridad...

José Guirao, ministro de cultura de Pedro Sánchez, acudió a los Gaudí con traje (largo de falda y bajos) y corbata. Para los Goya, se hizo con un smoking en seda negra de muaré con solapa redonda de la diseñadora Ana Locking. Según Guirao, "hay que apoyar a la moda española". Lástima que en casa nadie defienda la moda catalana (la de verdad, la que no se encuentra en la 080); lástima que nadie entienda que la moda es cultura; lástima que los de arriba no se enteren de que quien dicta la moda, tiene el poder.