“¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines”. Resuena la Marcha triunfal de Rubén Darío para anunciar que Ada Colau y Yolanda Díaz se han agrupado en aquella interminable “lucha final” que canta la Internacional. Para estrenar su comunión, ambas han rechazado la ampliación del aeropuerto de El Prat y se han hecho catalanistas de repente.   Díaz ha atacado al presidente del Fomento por considerarla una populista que demoniza a las empresas. Colau ha amenazado con que Xavier Trias “representa volver al siglo pasado” y desmontar la retro-ciudad de la comunada…  Precisamente ellas: una defiende ideas del siglo pasado como las de Marx, Lenin y Stalin, y la otra las de Bakunin y el anarquismo violento de la Semana Trágica. La gallega, con estampa de Pasionaria cool y fashion.  La catalana, con aires de Federica Montseny, aunque sin haberse leído o entendido alguna de sus más de treinta novelas sentimentales y más de veinte ensayos políticos. Fue la anarquista que pasó del “votar es abdicar” a ser ministra de Sanidad y Asistencia Social unos pocos meses y prometer multitud de proyectos que la guerra civil abortó.

La alianza de estas señoras, sus bravuconadas y su capacidad de manipular, mentir y fracasar es digna de debates políticos a la altura de los televisados en Sálvame, por ejemplo. Mucho bramar, y para nada. Además, se oponen a la contaminación de coches y aviones, mientras que ni las 'superilles' ni las Zonas de Bajas Emisiones han reducido la contaminación en Barcelona, que supera muy por encima el umbral máximo que exige Europa y plantea la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin olvidar que las dos usan aviones, siempre que les conviene para asistir a reuniones internacionales más o menos importantes o intrascendentes. Transformadas en teólogas de utopías y otras zarandajas, su frivolidad política e intelectual es tanta que afirman ser de izquierdas sin ruborizarse. Por eso grupúsculos comunistas boicotean los paseíllos y medias vueltas, micrófono en mano, por los escenarios de la vicepresidenta; y la alcaldesa lloriquea cuando los vecindarios la silban y abuchean a la que se asoma a los balcones en días de festejos y alegrías.  

En busca de coaliciones que generan más escisiones y más escisiones de las escisiones, el dúo del progresismo retrógrado ve peligrar sus mandatos, sus salarios, sus prebendas, sus tejemanejes y sus egos. Por ello, ambas se buscan la vida para ser cabeza de ratón cuando las opciones políticas serias ya no las quieren ni de cola de león. Ajenas al sentido del ridículo y al sentido común, en lugar de sumar, restan y dividen. Visto lo visto y lo que falta por ver, les sienta como guante de seda antigua y raída el refrán que dice: “Dios las cría y el viento las amontona”. Se usa cuando algunas personas comparten ciertas características de personalidad y conducta, y se unen. Esto despierta la atención o las sospechas de quienes lo observan, cuenta el diccionario. Y en este caso, las dos son reconocidas y sospechosas habituales.