Cómo alcanzar el poder y retenerlo, colocando en las posiciones clave a los hombres, ¿y mujeres?, más fieles, más correosos, más de ‘partido’. El concepto ‘partido’ se ha naturalizado, porque en las democracias liberales se considera que garantizan, precisamente, la democracia. Son indispensables para la concurrencia política. Y es mejor un partido que un movimiento desorganizado. En la literatura política se habla de ‘facciones’, que tiene una connotación negativa. Pero las facciones dieron paso a los ‘partidos’, ahora naturalizados, y bajo una interpretación neutra o positiva.

Ahora bien, los partidos políticos han sido conscientes, a lo largo de las últimas décadas, de que era necesaria una aproximación a la sociedad, y que hay muchos profesionales, hombres y mujeres, expertos, que podrían asumir responsabilidades colectivas. De hecho, eso sí se ha considerado como algo positivo. Un ingeniero, un economista, un docente especializado en gestión, un biólogo o un médico –éstos siempre más dispuestos a dar ese paso adelante— pueden y deben durante periodos importantes en sus vidas ofrecer un servicio a la colectividad.

Es un discurso que queda muy bien, que tiene premio. Pero cuando las cosas se ponen recias, cuando hay que preservar el poder o dar la impresión de que se puede ejercer, los partidos no están por florituras. Tiran del núcleo duro, cogen un paraguas por si se intensifica la lluvia y miran rápido para otro lado. ¿Un ejemplo?

Toda esa teoría toma cuerpo en el Port de Barcelona, con la elección, por parte del Govern de la Generalitat, de Lluís Salvadó como presidente del organismo, de vital importancia económica, y que es también una estructura de Estado, del Estado español para más señas. Salvadó, vicesecretario de coordinación interna de ERC, sustituye a Damià Calvet, miembro de Junts per Catalunya, que se ha visto obligado a dejar el cargo después de que la militancia de su partido decidiera salir del Ejecutivo catalán. Se podrá decir que Calvet también es un político, pero había quedado en segunda fila, dentro de JxCat, y siempre ha estado relacionado con las infraestructuras y la política territorial. En todo caso, y eso es muy cierto, si sale Calvet es porque JxCat decidió, en su momento, suicidarse políticamente y dar bandazos, sin saber, todavía, muy bien lo que defiende.

Pero surge la duda: ¿No cuenta ERC con una red de contactos, con profesionales solventes, que puedan presidir el Port de Barcelona? ¿Es una provocación o es que no tiene nada más a mano la dirección de ERC al situar a Salvadó, uno de los organizadores del 1-O y de las supuestas estructuras de estado para una hipotética república catalana al frente del Port?

El señor Junqueras habla siempre de la ‘generosidad’ de ERC al elegir a determinados cargos para altas responsabilidades. Lo cierto es que la mayoría de ellos han salido de las filas del PSC, con lo que las decisiones de Junqueras nunca han sido inocentes. Lo que se muestra en el Puerto de Barcelona es una especie de ‘exhibición de poder’, aunque, tal vez, lo que muestra es una enorme debilidad: ‘esto es lo que hay, esto es lo que tenemos’.

Salvadó es un soldado. Y Junqueras dispone. Pero es el soldado a quien el TSJC ha abierto juicio oral hace justo una semana por presunta malversación, prevaricación, falsedad documental y desobediencia cuando era secretario de Hacienda del Govern.

El expresidente del Port de Barcelona, Damià Calvet; el conseller de Territori, Juli Fernández; y el presidente del Port, Lluís Salvadó / EUROPA PRESS

El expresidente del Port de Barcelona, Damià Calvet; el conseller de Territori, Juli Fernández; y el presidente del Port, Lluís Salvadó / EUROPA PRESS

Y fue a quien se le interceptaron conversaciones, el 9 de marzo de 2018 –solo un día después del día de la mujer—en las que señalaba a su interlocutor que era muy difícil encontrar mujeres para altos cargos en el Ejecutivo catalán. Y que, tal vez, lo mejor era optar por quien tuviera “las tetas más grandes”. Ello provocó que la propia secretaria general de ERC, Marta Rovira, tuviera que intervenir: “Las palabras de Lluís Salvadó son inapropiadas y no se corresponden con el ideario de ERC. Trabajamos para construir una sociedad con igualdad efectiva. ERC aplica el Pla de Igualtat, ha elaborado unas listas electorales cremallera al 100% y nos comprometemos a la paridad en el nuevo Govern”, aseguró.

Pero Salvadó es el protagonista de otra conversación, más grave por lo que respecta a la irresponsabilidad de todo el Govern que ideó el 1-O en 2017. Salvadó, en presencia de Junqueras, habla con otro interlocutor de ERC y le advierte de que Elsa Artadi, de JxCat, irá a verle al departamento de Economía para verificar todo lo que se ha programado para el día después del 1-O. Y, acojonado, señala que a Artadi se la podrá “torear un rato”, pero que no se le podrá ocultar que no hay nada pensado ni preparado. “Si le decimos la verdad estamos muertos. Si le decimos la realidad acabarán diciendo que el departamento de Economía no hace el trabajo y por tanto la culpa es de Junqueras”.

No solo no están muertos, sino que Salvadó preside ahora el Port de Barcelona.