En las últimas semanas, sobre la bocina se han cerrado los presupuestos generales del Estado presentados por el gobierno de Pedro Sánchez, con socialistas y Podemos, con el apoyo imprescindible de ERC. Este fin de semana se ha anunciado el acuerdo de presupuestos en Barcelona. Los grandes números del consistorio presidido por Ada Colau, con comunes y socialistas, ha recibido también el apoyo de los republicanos. En apenas unas semanas, los escenarios políticos han cambiado y han hecho posible el acuerdo en tres dimensiones de PSC, Podemos-comunes y ERC. Los protagonistas cambian de posición en el tablero, Sánchez manda en Madrid y Colau en Barcelona, pero el trío se mantiene, algo impensable hace unos meses.

Quizás, es de suponer, y es mucho suponer, que los tres actores planifiquen una situación similar en Cataluña. Estamos en puertas de las elecciones y la política como el arte que no se ve, frase muy de Iván Redondo, el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, no nos va a dar pistas de cómo se van a configurar nuevas mayorías, si es que se van a configurar. De momento, la izquierda de Aragonés se las tiene tensas con la izquierda de Iceta, mientras que la izquierda de Colau intenta meterse en la melé de la mano de Jéssica Albiach. Los enfrentamientos son poco disimulados porque se dirimen muchas cosas en los próximos comicios, y para dirimirlas todos los votos valen. Hasta el último. Las zonas comunes de los votantes de los tres partidos son materia de pulsos internos, al tiempo que miran de reojo las amenazas externas del resto de fuerzas políticas.

Sin embargo, la pregunta es qué pasará el día después. Suponemos que el 15 de febrero será ese día, aunque es mucho suponer a estas alturas. Lo que llega desde el gobierno es un “ya veremos”. La necesidad de tener un nuevo gobierno es imperiosa, pero la pandemia no juega con estos parámetros.

Sea cuando sea, la incógnita es saber si será la izquierda capaz de cerrar acuerdos. Se me antoja difícil pensar en un tripartito, todos en el mismo gobierno, porque podría ser el camarote de los Hermanos Marx, aunque visto lo visto en estos años hasta un tripartito de estas características sería casi una balsa de aceite. Más bien, los acuerdos pueden ser de legislatura, dar al Parlament la autoridad para gobernar, forzar los acuerdos y el diálogo. Los socialistas siguen subiendo en las encuestas y pase lo que pase al final serán decisivos, pero más decisiva es una victoria de ERC porque si ERC no gana volveremos al día de la marmota, algo nada deseable.

Los comunes en este terreno de juego están en el rincón de pensar. Colau ya no es lo que era. Gobernar desgasta y más cuando lo haces de espalda a mucha gente, de espalda a tu ciudad. Los comunes tienen su fuerza en el voto metropolitano y ese voto se les diluye siempre en las autonómicas. Les ha pasado en 2017 y todo apunta que les pasará en 2019, aunque Albiach luchará por tener su espacio. No sabemos si Colau es una rémora, aunque las encuestas apuntan a que sí. Quizás la firma de un acuerdo, un amplio acuerdo en el Ayuntamiento de Barcelona ayude a los comunes a tomar una iniciativa de la que están muy faltos. No sirve sólo intentar acaparar la portavocía de Podemos en Madrid con los temas propios de su formación -república, Rey, derechos sociales-, necesitan un empuje de gestión. Colau va tarde, pero quiere llegar. Si se retrasan las elecciones hasta le puede beneficiar. Al país, seguramente no. Las espadas están en alto, pero por primera vez en años se vislumbran nuevas mayorías. Dirán que es un desastre que gobierne la izquierda, pero no más, seguramente no más, que un nuevo gobierno independentista que juegue con el futuro. 2021 no será un año fácil, estaría bien que la política se centrara y que abandonara atajos y vericuetos que hasta ahora han sido como una losa. En España y en Barcelona se ha demostrado que se pueden hacer las cosas de otra manera. Solo falta Cataluña.