Jamás pensé que tuviera que ponerme en los zapatos de un hombre, como tampoco imaginé que algún día tendría que salir a defender al sexo masculino. La campaña iniciada contra ellos por el “progresismo” es tan virulenta que hoy se les exige pedir perdón solo por tener un cromosoma XY.

Jamás he sido muy fan del feminismo hegemónico, pero debo reconocer que hoy estoy en el punto de aborrecerlo y considerarlo uno de los mayores peligros que amenazan nuestra sociedad.

El feminismo radical de la nueva izquierda solo tiene un objetivo: criminalizar a los hombres; a todos sin excepción. Para este movimiento, ser hombre es algo de lo que avergonzarse. La relación directa que de forma sibilina hacen entre hombre y agresor sexual es simplemente repugnante, y en esa vinculación sustentan todo un entramado de lobbies dirigidos a “reprogramar a los hombres”, al punto de presentarnos esta semana la nueva joya de la corona: el “Centro de masculinidades” apadrinado por Ada Colau y el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona.

Como si de la República China se tratase, Barcelona hoy cuenta con un nuevo centro que quiere convertir a los hombres en menos hombres, signifique lo que signifique eso. Al parecer debemos “feminizarlos” para que alcancen el grado máximo de “sensibilidad femenina” que algunos quieren imponer.

Ser hoy heterosexual está a punto de convertirse en un problema, y si además se es hombre heterosexual, lo tiene usted bastante crudo. El nuevo feminismo sólo ve a su alrededor mujeres atrapadas en cuerpos masculinos, y no ose usted evidenciar que la mayoría de las personas siguen siendo heterosexuales, que la mayoría de mujeres no tenemos ningún problema con los hombres, y que la mayoría de hombres no van por ahí pegando ni agrediendo sexualmente a nadie, porque entonces será usted tildado de forma inmediata de homófobo o directamente “fascista”.

Si creen ustedes que estoy exagerando es que no han echado un vistazo al nuevo vídeo promocional del mencionado centro “dilapida-fondos-públicos”. En él se mezcla de forma perversa hombres maquillándose, con hombres que cuidan a sus hijos o a sus mayores, hombres que limpian o simplemente a hombres sonriendo a una mujer. El mensaje es claro: tu testosterona es tu enemiga. ¡Menuda estupidez! Querer y cuidar a hijos y mayores, o el hacer tareas domésticas nada tiene que ver con los cromosomas ni con las hormonas, y tiene mucho que ver con la educación y los valores.

Dejen de crear problemas donde no los hay y trabajen para garantizar igualdad de oportunidades y erradicar la violencia, provenga de donde provenga. Dejen a las personas elegir cómo quieren ser y cómo quieren vivir, desde el respeto a los demás. Dejen de señalar con el dedo a los hombres hasta el punto de amedrentarlos para alzar la voz contra su despotismo. Y, por favor, no nos inunden más con discursos simplones, vacíos y profundamente irresponsables. Empobrecen el debate público.