Recomiendo a menudo la Teoría de la justicia, de John Rawls, escrito en 1971 y revisado dos veces, en 1975 y 1999. Es un libro tanto de política como de moral, porque la política no es más que el ejercicio público de la moral. En pocas palabras, Rawls nos señala que una sociedad no puede ser abierta y liberal, bien entendido eso de liberal, si no es justa.

Rawls nos propone un experimento, vamos a llamarlo así. Póngase usted en el lugar de la persona menos favorecida de la sociedad en la que vive. ¿Goza de los mismos derechos y oportunidades que ahora? En una sociedad lo más justa posible, la igualdad de oportunidades, derechos y libertades sería absoluta y la palabra "meritocracia" alcanzaría su verdadero significado.

Me dirán que esa justicia es utópica. Los más ricos siempre han sido más libres de hacer lo que les viene en gana, incluso saltándose la ley, y tienen muchos más privilegios y oportunidades en la vida que usted o que yo. Es cierto, es así. Se llenan la boca de "meritocracia", cuando quieren decir qué bien me va a mí con la herencia de papá, los contactos familiares y mis amigos y conocidos, todos de la misma cuerda. Recuerden esas famosas 300 familias catalanas, casi todas residentes en Barcelona.

Insisto: menor es la diferencia de libertades, derechos y oportunidades entre dos personas cualesquiera, más justa es la sociedad. No sólo más justa, sino más eficiente, pues aprovechará mejor el talento y la inteligencia. Por eso es tan importante la educación o la sanidad públicas, o un eficaz sistema de protección social. A más y mejor Estado del Bienestar, más justicia social y una vida mejor para todos.

Sin embargo, hay días en que en vez de ir hacia delante, parece que vamos hacia atrás. Y pensaba en esto al conocer las cifras que ha publicado la Fundació Arrels referidas a la ciudad de Barcelona, que se elaboraron en junio de 2022.

Según estas cifras, en Barcelona viven un mínimo de 5.142 personas sin hogar. 3.046 personas pueden dormir gracias a los alojamientos públicos y concertados (1.741) o pertenecientes a entidades sociales privadas (1.305), pero no hay suficientes. Eso explica por qué 865 personas, entre las que contar menores de edad, viven en "asentamientos informales", eufemismo que designa campamentos improvisados en solares, locales y naves industriales abandonadas. 1.231 personas, en fin, duermen en la calle, sin techo bajo el que cobijarse. Posiblemente sean más.

Ni el público ni las autoridades parecen escandalizarse por estas cifras. Hay excepciones, por supuesto. Destacaría la labor de Beatriz Silva, diputada al Parlament de Catalunya por el PSC, que pregunta una y otra vez al Govern por éste y otros asuntos relacionados con la pobreza en nuestro país, y a un reducido grupo de periodistas que contemplan el asunto de las personas sin hogar y el de la pobreza en Catalunya desde un punto de vista humano que les honra. Pero también señalaría a unos cuantos diputados y periodistas que se aproximan al problema quejándose por el horror estético de tener a un pordiosero en la calle, válgame Dios, que nos estropea el paisaje.

Las personas sin hogar son el ejemplo más dramático de pobreza, pero la tasa AROPE, que mide el riesgo de pobreza material y exclusión social, está ahora mismo en el 25% en Catalunya, e incluye a 300.000 personas más que en 2015. Casi todas, en el área metropolitana de Barcelona, por cierto. Y uno de cada diez catalanes ya vive una situación de privación material y social severa.

Pero los pobres no votan. A menor renta, mayor abstención. Queriendo o sin querer se ven privados de voz y voto. Mientras tanto, la ciudad de Barcelona echa a las rentas más bajas de sus calles con insoportables costes de alquiler y con una política ecopija.

Vienen elecciones municipales y es bueno que consideren que el PSC es quien cosecha más votos entre las rentas más bajas, mientras que ERC tiene su caladero de votos en votantes de renta media y renta media-alta. Los juntsvergents de Trias son de rentas medias-altas y altas y los partidarios de Colau se encuentran uniformemente repartidos en todos los grupos de rentas, lo que nos da un voto de clase media. Esto marcará tendencia.

Tendremos un próximo gobierno municipal muy ecopijo y entretenido con patrias y otras polémicas idiotas, pero los pobres seguirán siendo invisibles, como hasta ahora. Al tiempo, si no.