Ahora que se acercan las elecciones generales, y una vez pasadas las municipales, podemos hacer una reflexión de los eslóganes y lemas que utilizan los partidos políticos de Barcelona para intentar convencer de las bondades con el fin de ganar las elecciones. La ciudad se inundó de carteles con las fotografías de los candidatos a la alcaldía, alguno de ellos con el logo del partido que le sustenta de manera casi imperceptible --mostrando al candidato de manera exclusiva, eso sí-- y con un lema que nos invita a votarle. La contaminación visual de la ciudad estaba servida, y no estéticamente, sino también por lo escrito.

En muchas ocasiones, los lemas no aportan nada o casi nada: descaradamente nos piden el voto con promesas, en ocasiones genéricas que dibujan tópicos y a los que mayoritariamente el ciudadano no presta atención, consecuencia de la falta de credibilidad del mensaje. Haciéndonos pensar desgraciadamente aquella frase de Francisco de Quevedo: de que nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir.  

La realidad es que, por mucho que se repita, no llegamos a acordarnos del mensaje de cada uno de los candidatos, la semántica, o lo que es lo mismo, el significado o interpretación de las palabras deja mucho que desear. Los mensajes que se nos ofrecen, debido a su abstracción, se nos hacen incomprensibles y van más allá de lo que el ciudadano espera. Son claros ejemplos los que han utilizado los candidatos: “Barcelona obre camí”, “L’Alcalde de tothom”, “De nou Barcelona”, “Fem-ho per Barcelona”, "Libérate" --con desnudo incluido--, “Recupera Barcelona”, “Barcelona grande otra vez”, todos ellos son mensajes que se basan en el liderazgo de los candidatos, más que en propuestas que definan un modelo de ciudad, que a fin de cuentas es lo que interesa al votante. La campaña, hoy en día, se reduce a la fotografía de un líder, más o menos carismático, para que conecte con la ciudadanía, con un mensaje escueto, corto y directo, casi siempre superficial, que intente transmitir una ideología al elector, apartándose normalmente de la realidad.

Personalmente, se echa en falta la creatividad y sensibilidad de aquel eslogan de las elecciones norteamericanas que llevó a Barak Obama el año 2008 a la presidencia de EEUU. Un cartel gráficamente artístico, con un mensaje llamativo que decía Yes we can --si podemos--, en el que aunaba la calidad gráfica, con un mensaje participativo que hacía del elector una parte importante de la opción política, casi dejando a un lado el candidato. En este aspecto no estaría de más, que los partidos entendieran lo que representa unos códigos de lenguaje con una cierta manifestación creativa. Afortunadamente, hemos tenido autores y artistas como Joan Brossa, que con su obra superaron los códigos lingüísticos para ir más allá del sentido último de la palabra. Una auténtica revolución creativa, que dio como resultado entender el poder de la comunicación visual por encima de las propias palabras. Sin duda alguna, los partidos políticos tendrían que tomarlo en consideración, sobre todo en una ciudad creativa como es Barcelona, de esta forma contribuirían, como mínimo, no tan solo a tener que empapelar la ciudad, sino lo que es más importante, a impulsar la creatividad y la cultura.