La Rambla ha sido, es y debe seguir siendo la calle más emblemática de Barcelona. Cuando hablamos de la Rambla hablamos del icono más internacional de la ciudad, un eje cargado de historia, cultura, monumentalidad y que refleja el auténtico latido popular de la capital de Cataluña. Pero los últimos años, la Rambla ha entrado en una decadencia preocupante, y no sólo urbanística y de degradación del espacio público, sino sobre todo por la inseguridad que sufren sus vecinos, comercios y visitantes. La crisis del covid la ha castigado también duramente por el efecto que sobre los negocios ha tenido la desaparición del turismo, tanto interior como exterior.

Pero si algún revulsivo debía llegar de la mano del Ayuntamiento y de su gobierno municipal, tal y como presagiaban los diferentes planes de ordenación y de usos de la Rambla y su entorno impulsados en los últimos años, éste no ha llegado por la falta de voluntad política de Ada Colau y Jaume Collboni, y porque el gobierno municipal ha priorizado claramente sus inversiones hacia otros proyectos urbanísticos, como la Superilla Barcelona, donde tienen previsto "quemar" más de 500 millones en los próximos años, o la conexión del tranvía por la Diagonal, donde se lanzarán directamente otros 200 millones para no querer hacer efectiva la conexión con el autobús eléctrico biarticulado de gran capacidad D30, operado por TMB.

El martes 16 de noviembre intervine en la Comisión de Ecología, Urbanismo y Movilidad del Ayuntamiento precisamente para defender, en nombre del grupo municipal de Junts per Catalunya, un ruego al gobierno municipal en relación con la necesaria aprobación urgente del proyecto ejecutivo de la reforma de la Rambla. Tuve ocasión de recordar el reloj-contador que los Amics de la Rambla instalaron en la fachada del Café de l'Òpera para denunciar la demora en el inicio de las obras, desde la fecha de aprobación del Plan de Ordenación de La Rambla. ¡Ese día el contador marcaba 2.000 días de retraso!

Cabe recordar que el proceso participativo que impulsó el equipo ganador del concurso del proyecto de la Rambla tuvo lugar en los años 2017 y 2018. Y que el compromiso del gobierno municipal, y así lo vendieron a bombo y platillo a la prensa, es que con la aprobación inicial del proyecto en septiembre de 2019, el inicio de las obras de la Rambla sería una realidad en 2020. Estamos a punto de entrar en 2022 y "el més calent és a l'aigüera", aunque los votos de la derecha del partido de Manuel Valls han permitido la aprobación inicial de los presupuestos del peor gobierno que ha tenido Barcelona en los últimos cuarenta años.

El 23 de noviembre ha llegado el enésimo anuncio, esta vez por boca de Jaume Collboni, aprovechando la ventana mediática del VI Summit de Barcelona Oberta, celebrado en Casa Seat: los presupuestos de 2022 incluirán una partida para desbloquear la inversión en la Rambla. Desde la oposición no nos creeremos ningún nuevo anuncio hasta que esté aprobado el proyecto ejecutivo de forma definitiva y se hayan licitado las obras.

El caso del proyecto de la Rambla es el paradigma de la mala gestión del gobierno Colau/Collboni; un gobierno que incumple su palabra, que dilata los procesos participativos, que engaña a las entidades que han tirado del carro desde el primer momento, y que tampoco es capaz de hacer un mínimo mantenimiento del espacio y de las calles adyacentes. Han logrado que cada vez haya más miedo y más recelos a transitar, especialmente a determinadas horas de la noche, por la Rambla. Una lástima y una situación que ni Barcelona, ni los ramblistas, ni los vecinos y comerciantes, merecen.