Si uno es adicto (como es mi caso) a las series policiales británicas, habrá observado la referencia constante a las cámaras de seguridad repartidas por las calles para captar delitos en directo. Cuando ocurre alguna desgracia, lo primero que pregunta el inspector de turno a sus adláteres es: “CCTV?” (iniciales de Closed Circuit Tele Vision; o sea, cámaras de televisión de circuito cerrado). Y es que Londres es, probablemente, la ciudad del mundo con más cámaras repartidas por sus calles, cuestión que no parece despertar entre sus habitantes demasiadas preocupaciones en torno a su derecho a la privacidad. Barcelona se dispone a imitar el ejemplo londinense, pero en versión reducida: el ayuntamiento piensa colocar diecisiete cámaras en el paseo de Gracia, dado el incremento exponencial de la delincuencia en tan rutilante enclave ciudadano (parece que los comerciantes de la zona llevaban cierto tiempo pidiéndolas). Siendo como somos los barceloneses, es de prever que la instalación de las cámaras de marras arroje alguna polémica sobre su pertinencia. Personalmente, no tengo nada que objetar. Lo tendría si me dedicara a sustraer relojes a los turistas o a intercambiar machetazos con miembros de una banda rival, pero en mi condición de (aparente) buen burgués, no me siento afectado por la medida porque no tengo nada que ocultar. Y si las cámaras sirven para desactivar a algún chorizo, mejor que mejor. Me da más miedo, francamente, el mal uso de la Inteligencia Artificial, gracias a la cual, alguien que me deteste puede colgar en la red un video fake en el que se me vea abusando de un menor sin que haya manera humana de percatarse de la malintencionada engañifa.

La sociedad, lamentablemente, tiene que evolucionar a rebufo del crimen y la delincuencia. Aún recuerdo cuando los aeropuertos no eran la pesadilla de seguridad que son en la actualidad, pero tengo claro que las autoridades no disfrutan dejándonos en calzoncillos en los controles, sino que la culpa de todo la tienen los terroristas a los que les pareció una buena idea en su momento tomarla con el tráfico aeroportuario. Pese las previsibles quejas de la CUP, intuyo que el resto de la población barcelonesa se tomará lo de las cámaras en el paseo de Gracia con la misma pachorra fatalista que yo: It´s modern times, the modern way, cantaban Roxy Music hace medio siglo. El mundo es cada día un lugar más peligroso y hostil y no queda más remedio que tomar medidas al respecto, aunque no nos hagan excesiva ilusión. Las cámaras, según la Guardia Urbana, se colocarán a la altura de las calles Provença y Mallorca, la Gran Vía y la Ronda de Sant Pere. Y no me extrañaría que, tarde o temprano, su instalación se acabara extendiendo a toda la ciudad, pues no solo los burgueses del Eixample tienen derecho a un poco más de seguridad (de hecho, hay zonas de la ciudad que necesitan esas cámaras con mayor urgencia, pero como ahí, mayormente, solo viven los pobres, puede que tarden un poco más en llegar).

Cuando te están robando el reloj o la cartera, dudo mucho que entre tus propiedades figure la privacidad de tus semejantes. A pesar de eso, ya nos podemos preparar para una de esas inútiles polémicas sobre la aparente actitud de un estado (o ayuntamiento) policial que incluya las inevitables referencias al Gran Hermano (el de Orwell, no el de Tele 5). Yo diría que ninguna persona más o menos normal tiene nada que temer de esas diecisiete cámaras que estarán colocadas después del verano. Y ahora, a esperar alguna serie de TV3 en la que salga un mandamás de los Mossos d'Esquadra mirando a sus subordinados y preguntando: “CCTV?”.