Algunos profesionales de la arquitectura pensamos que si Gaudí levantara la cabeza, se llevaría un buen chasco. Vería como algo casi irreconocible la que para él supuso su obra más importante. La continuidad de las obras de la Sagrada Familia siempre ha sido un tema que ha generado multitud de controversias, desde los que piensan que es un bien para la ciudad y que ha contribuido a canalizar ciertos ideales sociales y religiosos, hasta los que creen que aún y todo, con una incierta auditoria de Gaudí, se ha convertido en una atracción turística muy visitada. En ambos casos se proclama la continuidad de la construcción del templo en aras de ser un símbolo identificativo de la ciudad de Barcelona. Una imagen icónica a todos los niveles, turísticos y emocionales. Sin decir claro está, de los ingresos que comporta por la cantidad de visitantes a la Fundación Junta Constructora del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia desde hace más de un siglo.

Pero la realidad es que Gaudí murió en el año 1926 y durante la guerra se destruyó su taller con sus maquetas, planos y dibujos. Un taller que estaba en el propio templo al cual se dedicó en exclusiva. Únicamente se conservó un dibujo del templo, y que ha servido, sorprendentemente, para los firmes defensores de la continuidad de las obras, como la documentación suficiente para realizar unas obras de una magnitud considerable. Un esbozo que al igual que una bitácora náutica se utiliza para poder navegar por océanos desconocidos y marca el rumbo marino, en este caso se sirve para interpretar el universo de Gaudí y seguir navegando por arquitecturas dudosas, aunque el resultado nos lleve a un puerto no deseado.

Construir una obra de arquitectura en nombre de Gaudí, puede ser muy rentable pero poco respetuoso con su obra. Fomentar la construcción de un falso Gaudí, puede ser que atraiga a muchos turistas y una parte de los barceloneses, pero en el fondo estamos convirtiendo el legado de este gran arquitecto, motivado en algunos casos por la ilusión de ver las obras acabadas, en algo que posiblemente Gaudí no hubiera realizado nunca. No lo sabremos, pero precisamente por esto, como mínimo habría que replantearteárselo.

Tenemos algunos ejemplos de cómo otros países han reconstruido su patrimonio y de forma francamente distinta. Es el caso de la reconstrucción de la cúpula del Reichstag en el Parlamento alemán en Berlín, obra de Norman Foster. Foster reconstruyó la cúpula, destruida durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, alejándose del mimetismo y del kitsch, e interpretó gracias a la arquitectura moderna, una construcción que en su conjunto, hoy en día es admirada por infinidad de turistas. Parece ser que las autoridades francesas tienen bastante claro que, para la reconstrucción de Notre Dame en Paris, hay que huir de las falsas reconstrucciones historicistas. Un criterio que apuesta por la modernidad, y que sin duda será admirado una vez esté acabado.

En 1959, el arquitecto Oriol Bohigas manifestó que la construcción de la Sagrada Familia, era un error social y urbanístico. Desde entonces han sido diversas asociaciones y colectivos que han expresado su voz de alarma al respecto. Desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Catalunya, el FAD, etc. En 1965 se publicó en La Vanguardia una carta manifiesto firmado por destacados profesionales internacionales que cuestionaban la continuidad de las obras. El arquitecto Hiroya Tanaka, un gran estudioso de la obra de Gaudí durante más de 40 años, sentenciaba que la obra de Gaudí acabó el día de su muerte. No es para menos. A nadie se le ocurriría coger los pinceles para finalizar una obra de Picasso.

Barcelona es algo más que un negocio basado en un circo turístico, y sobre todo en nombre de este insigne arquitecto. Es una verdadera lástima. Algunos profesionales creemos que la continuidad de estas obras tendría que haber estado acorde con el signo de los tiempos. Mediante una arquitectura actual, que sin entrar en contradicción con la obra de Gaudí, posibilitara una lectura del paso de la historia, desde Gaudí hasta su finalización. Sobre todo, porque en este país tenemos arquitectos de reconocido prestigio internacional, lo suficientemente preparados para acometer una obra de estas características con un concepto de modernidad y de integración, como así lo hizo Gaudí. Ahora parece ser que las obras como estaba previsto no se acabaran el año 2026, centenario de la muerte de Gaudí, una noticia que, sin duda alguna, por mucho que queramos ver el templo de la Sagrada Familia acabado, no tendríamos que seguir aquella máxima de Nicolás Maquiavelo que afirmaba que el fin justifica los medios.