El concejal Albert Batlle no suele dar puntada sin hilo, y lo más importante la aguja se enhebra y no pincha. Siempre ha dicho que la situación en algunos barrios de Barcelona no se solventa sólo con más policía, sino que tienen que ejecutarse políticas sociales que aborden la problemática de una forma más global. Y no sólo eso. Hoy leemos que el concejal Batlle se reunió con el fiscal para atajar la violencia reincidente, un problema endémico de Barcelona. Siempre se ha oído eso de “entran por una puerta y salen por otra”. Pues bien, Batlle propone que se les acuse “de formar parte de grupo criminal” para conseguir agravar las penas y que los jueces pudieran dictar órdenes de prisión. A esto se llama coger el toro por los cuernos.

La cuestión no es baladí. Una Barcelona sin turistas abocará a estos grupos a dirigir sus ataques a vecinos de la ciudad, lo que agravará la sensación de inseguridad. La petición de Batlle al fiscal es una buena idea. Conjuga la actuación policial con la judicial, en paralelo a las actuaciones sociales que se están haciendo, y que deben redoblarse en estos tiempos convulsos, en los barrios más afectados.

Una situación que puede ponerse “más chunga” en los próximos días ante los rebrotes del Covid-19 en el área metropolitana. La alarma se ha encendido en Hospitalet que ha cerrado algunas instalaciones ante la evolución de la pandemia. Por eso, son importantes estos movimientos porque como dijo el propio Batlle en Barcelona “tenemos un problema”. Lo primero que hay que hacer para solucionarlo, es reconocerlo, y luego actuar. Estaría bien que la fiscalía no se limitase a estudiar el tema, sino a ponerlo en marcha. La realidad apremia.

En El Periódico, también leemos una entrevista al concejal. En ella explica su proyecto político, sus intenciones, pero también habla de inmigración. Y lo hace sin pelos en la lengua, rehuyendo la respuesta fácil y grandilocuente. Ante la insistencia del periodista, Batlle sentencia: “estoy por una política de integración plena y de respeto a la dignidad de cualquier persona, pero se debe hacer con una política rigurosa no con eslóganes”, aunque antes dice una cosa mucho más interesante: “nadie puede jubilarse haciendo de mantero. Por eso hemos de hacer entender a quién sea que esta actividad no se puede tolerar”.

No aclara el activo concejal barcelonés quién es el destinatario del mensaje, pero atendiendo las políticas realizadas por la alcaldesa Ada Colau parece claro que las palabras de Batlle llaman a su puerta. Si escucha la alcaldesa será importante, aunque no sea la tónica de sus usos y costumbres. Por tanto, si escucha, será sorprendente. La pasada semana el empresariado se revolvió contra esa ciudad idílica sin coches que patrocina Colau, sin atender la realidad cotidiana de una urbe como Barcelona. Se revolvió y le pidió dialogar, pactar, escuchar. Tres verbos que no están en el diccionario de la alcaldesa y que no sabe conjugar. Menos mal que el gobierno es de coalición y hay una parte del consistorio que hace sus deberes, y algún concejal, como Batlle, aprueba con nota, poniendo en evidencia que el actual gobierno municipal tiene una vía de agua en el grupo mayoritario. En tiempos de inestabilidad, escuchar y pactar son verbos obligatorios. Barcelona siempre se ha caracterizado por la cultura del pacto. Lo hicieron Maragall, Clos, Hereu e incluso Trias. Desde la llegada de Colau, la imposición, muchas veces con tufo a sectarismo, se ha impuesto, valga la redundancia. El consenso y el acuerdo no han sido apreciados. Eso sí, siempre nos queda Batlle. Con su estilo, dice las cosas aunque a algunos no les guste escucharlo.