Allá por el siglo V de nuestra era, un monje de Anatolia llamado Simeón inventó el cilicio para poder martirizarse a gusto en sus penitencias. Sus hermanos terminaron expulsándole del monasterio, porque Simeón llevaba a tal absurdo su afición a torturarse que no parecía persona con un ático bien amueblado. ¿Se arrugó Simeón? ¡Qué va! Siguió en sus trece. Se largó al desierto. Primero vivió en una cisterna, luego en una cueva, pero muchos acudían a verle y se hartó. Mandó construir una columna de tres metros de altura y se puso a vivir encima de ella. Le supo a poco. Encargó otra, de siete metros. Finalmente, se subió a lo más alto de una columna de diecisiete metros, que se dice pronto. Allí, aislado del mundo, vivió sus últimos treinta y siete años de vida, hasta que murió en el año de Nuestro Señor de 459, no sabemos si por romperse la crisma columna abajo o de puro viejo. Esa manía por subirse a lo alto de una columna le valió el sobrenombre de Estilita. Le hicieron santo y patrón de los titiriteros.

Hoy, si se asoman al paseo de Gràcia y echan la vista hacia arriba, verán un tipo acurrucado en lo alto de un poste en el tejado de la Pedrera. Se ve muy bien desde la calle. No sé si es Simeón el Estilita o alguien que pasaba por ahí. Es una escultura de Plensa, eso sí que lo sé. En el mismo tejado de La Pedrera, otra de sus estatuas estropea todavía más el conjunto gaudiniano, pero no se ve desde la calle, lo cual es un alivio. Esta segunda se titula «Silent Music IV». Amenazan con poner más esculturas de Plensa en la fachada, los desvanes y el tejado de la Pedrera. Todo porque el 31 de marzo inauguran la exposición Jaume Plensa. Poesía del silencio, consistente en disponer ocho obras de gran formato del artista por todo el edificio «para dialogar con él». Con el edificio, se entiende.

Cuando he visto la escultura del estilita de Plensa, lo primero que me he dicho es qué horror. Se da de bofetadas contra la casa Milà, obra icónica de Gaudí. En cambio, ese estilita ahí plantado no desentonaría nada, pero nada de nada, en la Sagrada Familia que han perpetrado estos últimos años. A mi entender, esto dice mucho tanto de Plensa como de la Sagrada Familia que nos están dejando.

En la misma línea, hace unos días, Joan Burdeus, en el Quadern de El País, dedicó un artículo a Plensa y lo dejó de vuelta y media. Llegó a decir que Plensa es a la escultura lo que Pablo Coelho a la literatura. En pocas palabras, dijo que es cursi. Pero no un cursi provocativo, sarcástico, que nos haga pensar, sino cursi cursi. Si comparamos esta exposición con aquella otra de las obras del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, que también se expuso en La Pedrera hasta el pasado enero, apreciaremos enseguida la diferencia, y no hace falta ser muy entendido para apreciarla; salta a la vista.
Plensa es un síntoma. Su última gran obra en Barcelona fue una reja que sirve para que los vagabundos, paseantes y gentes de mal vivir en general no vayan a refugiarse en el portal del Gran Teatro del Liceo si llueve o hace frío, no vayan a molestar a sus excelencias. Su estética es igualmente lamentable. Es, además, la última gran obra de importancia que decora el escenario de las calles de Barcelona. Qué triste, ¿no?

Porque ¿recuerdan cuál fue la última gran exposición, grande de verdad, que se celebró en Barcelona? ¿Alguna otra gran manifestación artística en los últimos años? A ver, que el MNAC apenas tiene para pagar la calefacción y no está para exposiciones desde hace años. Que la cultura en Barcelona es la gran olvidada. Si preguntamos a los candidatos a la alcaldía, nos movemos entre la idea de unos de encargarle a Plensa "algo grande" (¡Dios nos libre!) y la de otros de organizar una 'batukada', con 'ka'. Que nos hemos vuelto provincianos, de los que gastan boina, con lo que éramos.

Nos queda la esperanza de la gran performance del Barça, que atraerá la atención de todo el mundo y será la bomba. Pero mucho me temo que este tipo de manifestación artística con descenso a los infiernos hará daño a los ojos a más de uno. Sin embargo, qué espectáculo nos espera. No se lo pierdan.