Es evidente que la inmensa mayoría de los conductores de autobús de Barcelona no se suben al vehículo borrachos ni drogados. Pero cabe que alguno lo haga, poniendo en peligro, no ya su integridad sino la de los usuarios, de modo que evitar que ocurra una desgracia es obligación de la empresa. Los controles que está implantando sólo perjudican a los desaprensivos y, según parece, a los sindicatos, que se oponen. Se comprende que lo haga el SIT (Sindicato Independiente del Transporte), pero es más difícil de entender que se sumen a la demagogia los sindicatos supuestamente de izquierdas, con la CGT (que se reclama depositaria del pensamiento de la CNT) a la cabeza. Con ello, abandonan el sindicalismo para adentrarse en el peor de los gremialismos. La diferencia es esencial: los gremios sólo se ocupan de los intereses sectoriales propios; los sindicatos de izquierda, en cambio, no renunciaban hasta hace poco a vincular las reivindicaciones propias y a corto plazo con las generales de la sociedad, a largo plazo.

Pero ya hace algún tiempo que el espíritu de gremio se va imponiendo por doquier, de forma muy mal entendida. Ocurre con los empleados de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), pero también con los dedicados a otras profesiones. No hace mucho que ciertos periodistas, por ejemplo, pusieron el grito en el cielo cuando algunos políticos criticaron la publicación de bulos, aduciendo que no se puede criticar a la prensa. Los médicos se protegen unos a otros de forma que es casi imposible que uno de ellos reconozca el fallo de un colega. Los policías andan en pie de guerra ante la posibilidad de que caigan de la ley mordaza los artículos que hoy impiden su control por la ciudadanía, por ejemplo, grabándolos. Unos y otros sostienen, contra toda evidencia, que todo el colectivo está formado por santos o, por lo menos, por beatos. Buenas personas: como dice Oriol Junqueras que es y como afirman ser los curas y los obispos, por eso tapan la pederastia en la iglesia católica. Y ¿qué decir de los jueces? Ahí está el que fuera presidente del Tribunal Constitucional clamando contra quienes osan decir que hay magistrados de izquierdas y de derechas. ¡Como si no fuera más que obvio que se pliegan a la exigencias de los partidos que los apoyan para llegar al cargo!

La defensa a ultranza del gremio es una barbaridad que debería ser rechazada de plano por los sindicatos que se reclaman de izquierdas. Lo contrario es asumir la podredumbre del que falla. Que hay conductores de TMB con tendencia a empinar el codo es tan cierto como que hay políticos o jueces o periodistas o pilotos o curas que le dan a la bebida y a otras sustancias. Limitar los riesgos a la población debería de ser una exigencia para alguien que mire más allá del propio ombligo.

Por no moverse del transporte público: está claro que la mayoría de los conductores de autobús son personas amables que abren y cierran las puertas cuando deben hacerlo e informan con diligencia a los usuarios que les hacen algún tipo de pregunta. Eso no quita que no todos sean así. Hace pocas semanas se produjo en Santa Coloma de Gramenet un encontronazo entre un conductor de la empresa Tusgsal y una persona que utiliza silla de ruedas a la que se le impidió acceder al vehículo. Y eso no convierte en despiadados a todos los conductores de la compañía. Lo mismo pasa en TMB, aunque eso no evita que el pasado jueves, sobre las 20.00 horas, el conductor del vehículo 1825, línea 54, cerrase las puertas con deliberación a dos personas mayores que intentaban subir al mismo. Lo hizo en la parada de Aribau-Universitat, habitualmente muy concurrida porque es utilizada por diversas líneas. Que haya alguien así, bebido o no, que guste de sentirse poderoso perjudicando a otras personas no debería llevar a nadie a pensar que todos los conductores hacen lo mismo. Ni siquiera la CGT debiera pensar que todos son sospechosos de incivismo o alcoholismo.

Los afectados, por cierto, se tomaron el asunto con tranquilidad. Animados a protestar ante la empresa por otras personas que estaban en la parada y que mostraban su indignación, aseguraron que no reclamarían porque no confiaban en que TMB, mucho menos sus sindicatos, reconociera que hay algún conductor que tenga esos comportamientos. Allí todos son gente en proceso de canonización: si beben es sólo el reconsagrado vino del cáliz en la misa diaria.