Junts per Catalunya se la juega en estas municipales. Los junteros, postconvergentes puigdemontistas, como prefieran calificarlos, tienen el mayor reto de su reciente historia. Se presentan de hecho, por primera vez, con la denominación de Junts. En las anteriores su estandarte todavía era el PDeCAT. Se presentan tras salir del Govern casi por la puerta de atrás, y en estos meses poco tienen para exhibir más allá de la cruenta división interna, las desavenencias y las pugnas cainitas. Su presidenta y líder carismática está a punto de ir a juicio por presunta fragmentación de contratos. Nada de persecución política, más bien por listilla. En Barcelona, han tenido que recurrir a Xavier Trias para tener esperanzas y encima el candidato se les ha puesto bravo diciendo aquello de aquí mando yo. En definitiva, Junts está como el estudiante que se presenta a la selectividad: de los nervios. Y solo quedan 139 días. Tanto como una anchoa en el océano. Nada.

En las municipales de 2019 obtuvieron 537.463 votos y cinco concejales, lo que representó el 15,39%. ERC ganó las municipales con 819.845 votos, casi 300.000 más, y obtuvo 10 concejales, un 23,48%. Incluso quedaron tras los socialistas que recuperaron buena parte del terreno perdido en el año horribilis de 2015, obteniendo 765.236 votos, 230.000 votos más que los neoconvergentes, y ocho concejales, un 21,92% del total de los ediles elegidos. El reto es igualar estos resultados como mínimo, y recuperar terreno ante sus enemigos íntimos de Esquerra Republicana. Las relaciones de futuro dependerán en buena medida del resultado de las municipales, un terreno de juego que no es el más propicio para Junts y menos en este momento procesal.

En 2019, Junts registró los peores resultados de su historia ,ya sea con la marca PDeCAT o la marca Convergència en el área metropolitana de Barcelona y en la segunda corona. Apenas 150 regidores representan a la formación y en la capital catalana se quedaron en tierra de nadie porque dejaron de ser necesarios para el gobierno municipal y para construir la oposición. La marcha de Elsa Artadi dando un portazo, todavía no explicado de verdad, hizo aparecer un panorama más que sombrío. Ahora la resurrección de Trias les ha dado fuerza y esperanza. Sin embargo, el escenario de la primera y segunda corona metropolitana es desolador, y superar los resultados de 2019 es una obligación para no perder más comba en la política catalana. Comba perdida por errores de bulto como el abandono del Govern, que ha conllevado a una deserción soterrada de decenas de cuadros.

Junts no tiene hoy representación en L'Hospitalet, Cornellà, Rubí, Cervelló, Montmeló, Montornès del Vallès, Santa Coloma de Gramenet, Sant Adrià de Besòs, Sant Andreu de la Barca, Sant Vicenç dels Horts, Viladecans, Esplugues de Llobregat, Sant Boi de Llobregat, La Llagosta, El Prat de Llobregat, Sant Esteve de Sesrovires, Santa Perpètua de Mogoda, Sant Pere de Ribes o Canovelles. Y una representación testimonial, con un solo regidor, en Mollet del Vallès, el pueblo de Jordi Turull, además de Parets, Lliçà d’Amunt, Badalona, Vallirana, Santa Coloma de Cervelló, Gavà, Castelldefels, Esparreguera o Sant Joan Despí. Además, la política de pactos de tripartitos independentistas ha dejado sin visibilidad a los junteros en los municipios donde el gobierno recayó en los republicanos. Han sido, permítanme la expresión y sin ánimo de ofender, los tontos útiles.

En Junts saben que no pueden aspirar a más si no recuperan posiciones en el área más poblada de Catalunya. Y no parece que la cuestión esté por resolver ni las previsiones son halagüeñas, porque los neoconvergentes han estado durante todo este tiempo más preocupados por bailarle el agua a TorraPuigdemont primero, y luego a segarle la hierba a Aragonès poniendo como único objetivo sobre la mesa la independencia y olvidándose de la política del comer porque eso no luce para los dirigentes de Junts. De entrada veremos en la lista de Trias a muchos de los que en su día se echaron las manos a la cabeza por salir del Govern y osaron plantar cara a Puigdemont, Borràs y Turull, que siguen a lo suyo. Pueden quedarse sin lo suyo si no repiten, como mínimo, resultados. Ganar a ERC se antoja un oxímoron y recuperar espacio en las coronas metropolitanas un imposible, porque ERC subirá y el PSC se reforzará. Solo salvarán la cara si los resultados en Barcelona les sonríen. A sus casi 80 años, Xavier Trias se puede convertir en el salvador de una formación política que no tiene brújula ni líderes serios, ni son alternativa casi para nada. El bueno de Trias está solo ante el peligro. Todo apunta que Junts suspenderá su selectividad.