Faltan solo dos meses para la convocatoria de las elecciones municipales y cuatro para su celebración. Es lógico, por tanto, que los partidos hayan iniciado la cuenta atrás desplegando sus estrategias de campaña. Sin embargo, no lo es tanto el que concejales de gobierno con vocación de candidatos renuncien a ejercer sus obligaciones institucionales y lo hagan justo semanas antes de que las urnas decidan el futuro de la ciudad.

Si hay que marcar distancias políticas con Ada Colau, lo que procedía era romper con la alcaldesa y abandonar el gobierno municipal, pero no ahora sino hace ya demasiado tiempo atrás. La marcha de Jaume Collboni confirma que el PSC, la mano derecha de la izquierda extrema de Ada Colau, pretende tapar a dos manos las vergüenzas de haber sido el socio de gobierno de la alcaldesa y de haber compartido sus nefastas políticas. Que renuncie un concejal de gobierno, pero que su partido se mantenga en el mismo añade más contradicción a todo. Se llega tarde, mal y sin credibilidad.

En paralelo, empezaremos a asistir en estas próximas semanas y hasta la convocatoria electoral a unas desmedidas y cuantiosas campañas publicitarias aparentemente institucionales del ayuntamiento pagadas por todos los barceloneses a la par que Ada Colau dispondrá de una pseudo agenda de gobierno y de inauguraciones y actos públicos en los que participará en realidad como candidata en la sombra para intentar difuminar lo oscuro, por nefasto, de su gestión.

Todo lo anterior no nos debe hacer olvidar que aún es tiempo de fiscalizar la gestión del gobierno municipal. Quedan por celebrarse antes de la convocatoria electoral a finales de marzo dos plenos municipales, además del de mañana, uno por mes, y sus respectivas comisiones previas, sin perjuicio de las extraordinarias que pudieran llevarse a cabo a instancias de la oposición. Tampoco debe ignorarse que desde el ayuntamiento pueden y deben seguirse adoptando acuerdos de ciudad y dirigiéndose las áreas de gestión.

La lucha contra delincuencia, rehuir la suciedad y deficiente mantenimiento en nuestras calles, la precaria respuesta a las personas que más lo necesitan, el respaldo a nuestros emprendedores, la movilidad o el sectarismo ideológico del populismo, por ejemplo, no entienden de momentos electorales si no que precisan de respuestas y acciones para hacerles frente.

Es tiempo aún de gobernar. La marcha de Collboni del gobierno de Colau pero no del PSC debiera permitir revocar unas cuantas decisiones equivocadas o nocivas para la ciudad que se puedan y que se hayan adoptado en los últimos años y hacerlo sin esperar a un nuevo alcalde o gobierno municipal tras las elecciones. Los socialistas, con el resto de la oposición, han de apretar en estas semanas inmediatas y tienen ahí la palabra al posibilitar una mayoría nítida y crítica con Ada Colau sin esperar a los comicios.

Es tiempo aún de gobernar y de fiscalizar. De exigir desde la oposición la obligada gestión eficaz de los servicios públicos municipales y de garantizar que todos los recursos municipales se destinan a atender las necesidades de nuestros vecinos y en barrios y no sean desviados a promocionar a la alcaldesa-anuncio tornada en candidata de facto e ignorante de las prioridades reales de Barcelona

Ada Colau ya es alcaldesa en campaña, activista en acción, opositora de gobiernos propios o ajenos incluido el de su partido con Pedro Sánchez en España, dirigente partidaria, demagoga institucional y manirrota de recursos públicos. O se reprenden sus actitudes, se rectifican sus políticas, se evidencian sus contradicciones y falsedades y se persevera en la exigencia de gobierno eficaz de lo cotidiano de la ciudad y la fiscalización de sus acciones o la tendremos cuatro años más como alcaldesa y eso no hay Barcelona que lo resista.

Es cierto que es momento electoral y de campañas política, pero no olvidemos que aún es tiempo de gobernar, que aún hay tiempo, poco, de rectificar los aspectos erróneos de la gestión y las políticas municipales, aunque lamentablemente ya no podrán hacerse muchos, y es tiempo de fiscalizar. Además de la necesidad y la responsabilidad, está la oportunidad de hacerlo. Barcelona se lo merece y obliga.