El diálogo entre Jordi Juan, director de La Vanguardia, y Xavier Salvador, editor del Global Media Grup, que tuvo lugar en las jornadas Desperta BCN!, sería más que útil en las facultades y escuelas de periodismo que no sean políticamente sectarias. Antiguos colegas, ahora competidores y, sin embargo, amigos, Salvador llamó violinista a Juan, que significa “persona perseverante, paciente y constante que no se rinde con facilidad”. Así es, porque liderar la prensa de Cataluña con un diario que tiene 142 años de edad requiere cualidades extraordinarias. Como también las requiere liderar la prensa local con Metrópoli Abierta e influir en España con Crónica Global y otros medios del conglomerado empresarial que solo cuenta con diez años de existencia. Liberales ambos, se han propuesto que Barcelona sea el referente periodístico para toda España.

“Este Congreso sería imposible en Madrid”, dijo en 1996 el alcalde Pasqual Maragall en el Tercer Congreso de Periodistas Catalanes, y añadió que la prensa española era una guerra de trincheras. El mismo año, la fundación Ortega y Gasset y el diario El País premiaron a La Vanguardia y El Periódico por su “ejercicio de convivencia entre medios” y por “su defensa de las libertades, la independencia, el rigor y la honestidad como virtudes esenciales de este oficio”. El segundo más viejo de mundo, dicho sea de paso y metafóricamente por aquello de la prostitución política de algunos medios y algunos de sus jefes y empleados. Por eso aquella convivencia del siglo pasado es hoy impensable en Barcelona, excepto en el caso de las buenas relaciones entre La Vanguardia, El Periódico y Metrópoli Abierta.

El diálogo entre Jordi Juan y Xavier Salvador fue una lección de liberalismo que sobrevive entre las trincheras de las prensas partidistas y sectarias. Así, por ejemplo, Juan se mostró partidario de que las subvenciones a los medios sean “serias y sin arbitrariedades”, añadiendo que “ojalá no existieran, porque desaparecían los medios pequeños y con sus lectores ampliaríamos nuestro balance de resultados.” En cuanto a Salvador, ni se plantea este asunto porque “nunca hemos solicitado una subvención” y coincidió con Juan en que también la publicidad institucional solo va a dar a los medios afines o dependientes del poder. 

Ser líderes, cada cual en lo suyo y vivir entre trincheras, como es el caso de Metrópoli Abierta y La Vanguardia, supone convertirse en blanco de críticas y difamaciones de otros medios enfrentados entre ellos. Más en un país históricamente dado a la envidia, al resentimiento y a la confrontación.  Poder presentar buenos balances de resultados, a diferencia de victimismos y catastrofismos, es un éxito en tiempos inestables y con fenómenos nuevos como las redes sociales y la inteligencia artificial. De ahí que ambos dialogantes mostrasen su tranquilidad porque “nuestro éxito se debe a los lectores porque siempre trabajamos pensando en los lectores”.   Por eso, en cuanto a las críticas desde las trincheras al llamado oasis periodístico catalán, Jordi Juan sentenció: “prefiero el oasis que el lodazal”. 

Dice sobre el oficio de periodista un viejo mecanoescrito anónimo encontrado en Sevilla: “En esta sociedad todos somos hermanos y tenemos derecho a la verdad y la obligación de difundirla; que quien vive del halago termina como un embuchado de estiércol”. Y eso sí que no. Antes, violinistas.