El escritor checo Karel Čapek, que viajó a Barcelona en 1929

El escritor checo Karel Čapek, que viajó a Barcelona en 1929

Vivir en Barcelona

Karel Čapek y la convulsa Barcelona de 1929

El escritor checo, el padre de la palabra Robot, vivió en la capital catalana un clima de gran violencia, nada que ver con lo que había visto en Sevilla

3 julio, 2022 00:00

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Decía Karel Čapek que si “en estas cosas hubiera mercado libre, decididamente me haría con una colección de países”. Atravesar fronteras le producía un placer tan intenso que no siquiera lo trataba de disimular. Odiaba viajar rodeado de pasajeros que mostraban maletas llenas de pegatinas: “les contaré un terrible secreto: esas pegatinas se venden en las agencias de viaje”. Aunque, en ocasiones, se aburriese, le encantaba viajar en los expresos internacionales, con sus wagon-lits y sus vagones restaurante, “porque sabed que la fantasía poética se deleita en medios de transporte de primera clase”. Pero llegado al país de destino prefería acompasar los tiempos del viaje con el paisaje: “si queréis viajar por lo menos un poco exóticamente, meteos en el tren de cercanías que va silbando de una pequeña a otra".

Hijo de un médico rural, Čapek había nacido en 1890 y estudiado filosofía y estética en Praga, Berlín y París. Había recorrido centro Europa y con tan sólo treinta y un años era muy conocido por su sorprendente y celebradísima obra de teatro de ciencia ficción R.U.R. (Rossum's Universal Robots), en la que unos robots se hacían pasar por humanos e incluso llegaban a pensar. La había estrenado en Praga en 1921 y con enorme éxito en Nueva York al año siguiente. Había inventado el término robot (variante de robota en checo que significa esclavo), y esa fama --y su enorme prestigio literario-- le acompañaría siempre. Todavía a fines de cada año, su tumba en Praga aparece rodeada de un sinfín de robots en miniatura de todo tipo, homenaje eterno a su intuitivo creador.

La presentación de la obra de teatro del autor, de Čapek

La presentación de la obra de teatro del autor, de Čapek

CIUDAD ORGULLOSA DE SU DINERO

Fue a fines de la cálida primavera de 1929, cuando el escritor checo entró en España por Irún, y se dio de bruces con Castilla, “y aquella tierra era África”. Paró en Madrid: “Oiga, camarero, una copita de Fundador. Oiga, caballeros, estoy a gusto aquí”. Se empapó del barullo de sus calles y en sus bares al grito de “¡viva la igualdad del sur!”. Buscó a Velázquez y Goya en El Prado, a Cervantes y al Greco por Toledo, y marchó a Sevilla en busca de Zurbarán y Murillo. En Andalucía paseó, dibujó, conversó, fue de corridas, de cantes y coplas y bebió vino y más vino. Visitó la Exposición Iberoamericana de Sevilla y acabó metido en una réplica de la carabela Santa María. Decepcionado ante tanto pasado y tan poco futuro, se guardó “como recuerdo un ejemplar de La Vanguardia, que estaba en la mesa, por lo visto también de Colón”, y partió por el Levante hasta Cataluña.

Al llegar a Barcelona, Čapek la contempló desde el Tibidabo --“resplandece entre las olas cálidas de los montes y el mar”--, y terminó al anochecer mirando la ladera de Montjuïc iluminada por la Exposición Internacional —“cuando se encienden todas las fuentes, acueductos y cascadas, fachadas y torrecillas con un juegos de luces que a uno le faltan palabras para describirlo y se limita a mirarlo hasta que la cabeza le da vueltas”-. Y ahí acabaron sus elogios –“esas cosas de cuentos de hadas”- y comenzó su derroche de impresiones e inquietudes de “Barcelona en sí”: “una ciudad rica y en parte nueva que se enorgullece un poco de su dinero, su industria, sus avenidas, grandes almacenes y casas”.

Viaje a España de Karel Čapek

Viaje a España de Karel Čapek

La convulsa y alocada Barcelona de fines de los años veinte zarandeó a Čapek, le puso sobre aviso que todo podía estallar. La ciudad brillaba en exceso “y se divierte casi febrilmente; los teatros empiezan un poco antes de medianoche; a las dos de la madrugada se llenan los bares y las salas de baile”. Pero advirtió que, entre luces, risas y neones, unos amenazaban y otros vigilaban. Barcelona vivía en un estado permanente de tensión: “grupo silenciosos, con el ceño fruncido, están inmóviles en las Ramblas y en los paseos y de pronto, sin hacer ruido, desaparecen a hurtadillas cuando emergen por una esquina en los guardias a caballo, igualmente en silencio y con el ceño fruncido, pertrechados de fusiles a punto sobre la silla”. El día era distinto, los gestos cambiaban. Se paseó por Ciutat Vella y por sus “estrechas y bulliciosas callejuelas, cortadas por las famosas Ramblas, donde el pueblo de Barcelona se apiña bajo los plátanos a comprar flores, mirar a las jóvenes y hacer la revolución”.

LA BARCELONA MUY DIFERENTE A LA TRIANA DE SEVILLA

Y por fin Čapek topó con esa revolución, fue “un vertedero donde tierra y mar echan su espuma sucia”. En el puerto –“un embrollo peor que el de Marsella”-, sintió el intenso pulso de una “ciudad animada”, cercada de “una hilera de bares, antros de baile y pequeños teatros que al anochecer emiten música y lazos de seducción, luces de colores”. Salió de aquel “agujero sospechoso”, atraído por la vida nocturna del Paralelo, y se dio de bruces con Poble Sec y Sants. Fue en estos barrios obreros, donde el escritor checo vio “puños cerrados en los bolsillos y las miradas fanáticas y provocadoras”. La Barcelona proletaria no era la Sevilla folklórica y marginal que acababa de conocer y, sacudido, exclamó: “¡Dios santo, lo de aquí ya no es el pueblo despreocupado de Triana, el que asome la nariz verá que huele a chamusquina!”.

La representación de RUR

La representación de RUR

Tensión, mucha tensión, las calles de Barcelona respiraban el final de la Dictadura de Primo de Rivera. El nacionalismo catalán había aunado oposiciones, y el checo que, ya estaba notando el aliento del nazismo en su Praga natal, sintió la fatalidad de un inminente choque de banderas e identidades en Cataluña: “Y aquí, dentro de la ciudad, personas que no quieren ser españolas; y en los montes de alrededor campesinos que no son españoles”. Čapek percibió que la noche era el tiempo de las sombras, de la resistencia y la represión: “las sombras se trasladan al centro de la ciudad; en los pies llevan “espardillos” y en la cintura fajas rojas; un pitillo encendido pegado al labio y una gorra calada hasta los ojos. Son solo sombras, pero al mirar atrás resulta que es un grupo. Un grupo de ojos fijos y penetrantes”.

Durante su visita a Barcelona reconoció que era “una ciudad deslumbrante y feliz, pero cuando uno se acerca más le parece oír una respiración acelerada y pesada entre dientes apretados”. Tanto desasosiego solo encontró algo de calma cuando fue de visita a Montserrat y repitió una y otra vez: “es increíble”. Y, añadió, “esto confirma una vieja experiencia, según la cual de cerca las cosas de este mundo son aún más raras que de lejos”.

La representación de RUR en NY

La representación de RUR en NY

Čapek regresó a Praga y publicó pocos meses después su Viaje a España. Volcado en la escritura se tornó aún más crítico con los nacionalismos y sus derivas autoritarias, a los que dedicó la feroz sátira La guerra de las salamandras (1936), su gran novela contra las locuras de la época. Cansado, enfermo y decepcionado con franceses y británicos por haber firmado el tratado de Munich que dejaba Checoeslovaquia en manos Hitler, murió el 26 de diciembre 1938, tres meses antes de que los nazis invadieran su país.