Vista de los búnkers del Carmel desde una de las calles de acceso / CR

Vista de los búnkers del Carmel desde una de las calles de acceso / CR

Vivir en Barcelona

Los lateros hacen su agosto en los búnkers del Carmel

Venden las bebidas al doble de precio que en otras zonas de Barcelona

2 junio, 2019 00:00

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La multitudinaria presencia de turistas en la zona conocida como los búnkers del Carmel ha provocado el interés de algunas mafias por llevar su negocio a las alturas de Barcelona. Por ello, se ha convertido en un hecho habitual que casi todas las tardes tres o cuatro personas recorran la calle Marià Labèrnia arrastrando un carro de la compra o algunas bolsas repletas de latas de bebidas diversas.

Los lateros aprovechan la escasa oferta de la zona para vender sus bebidas a un precio muy superior al que suelen hacerlo en otras zonas, como el centro de la ciudad o las playas. Pero los turistas que acuden a la cima del Turó de la Rovira pagan el precio que les piden, ya que es la única opción que tienen de tomarse algo y continuar con la fiesta.

Los vecinos de la zona, hartos de que el lugar se haya convertido en centro de reunión, botellón y desmadre nocturno para muchos turistas, ven con enorme preocupación que los lateros hayan optado por instalarse en la zona. Eso significa que el suministro de bebidas alcohólicas puede llegar a ser continuado.

NEGOCIO SEGURO

Turistas, fiesta nocturna y ningún comercio a la vista. Es el cóctel perfecto para que los lateros hagan su negocio. Los visitantes, algunos de los cuales acceden al recinto con sus propias bebidas, encuentran en los lateros la opción de comprar bebidas mientras contemplan la ciudad.

La posibilidad de hacer negocio ha atraído a varios vendedores ambulantes, que se sitúan en lugares estratégicos mientras dejan las bebidas un poco aparte, pero siempre vigilados. Solo se acercan a ellas cuando un posible cliente se acerca a interesarse por el precio.

PROBLEMAS CON LOS VECINOS

Los lateros acceden al Turó de la Rovira usando el bus del barrio. Y esto ya ha generado algunos conflictos. El último, hace apenas unos días.

Como cuenta un vecino, una mujer de cierta edad recriminó a un latero que iba en el bus con su carro de la compra lleno de latas la actividad que llevaban a cabo en los búnkers. La reacción del latero fue, relata el vecino, agresiva y amenazante. Cuando el bus llegó a la parada de Marià Labèrnia, el conductor afeó al latero su conducta y este, que ya estaba fuera del vehículo, reaccionó lanzando insultos y amenazas contra el trabajador, que para evitar problemas cerró la puerta del autobús y continuó su recorrido.

Las latas quedan abandonadas en cualquier rincón / CR

Las latas quedan abandonadas en cualquier rincón / CR


PELIGROS INESPERADOS

La presencia de alcohol en la zona y la ausencia de vigilancia no es una buena mezcla. De hecho, los vecinos recuerdan que no hace mucho una persona se despistó y se cayó por la parte de los búnkers desde la que se ve el mar, una plataforma con escasas medidas de seguridad, muy fáciles de evitar, y con una pronunciada caída.

El incidente acabó, según relatan los vecinos, con una llamada a los bomberos para que rescataran a la persona caída. El accidente hubiera podido acabar en tragedia, aunque afortunadamente no fue así.

INSEGURIDAD Y SUCIEDAD

La presencia de turistas y lateros en la zona de los búnkers está generando algunos problemas de convivencia en el Turó de la Rovira. Los visitantes suelen acudir en masa en la tarde-noche y a la presencia de alcohol se une la nula vigilancia en la zona.

Esto hace que el ruido provoque molestias a los vecinos, muchos de los cuales tienen problemas para conciliar el sueño, por las constantes idas y venidas de los visitantes. Lo peor es cuando los visitantes empiezan a abandonar el recinto. Además del ruido, algunos orinan en la misma calle, lo que deja un olor nauseabundo; otros vomitan, y la mayoría dejan tras de sí un rastro de suciedad y latas vacías con el que los vecinos se levantan muchas mañanas.

Los vecinos de la zona han pedido desde hace tiempo que el recinto se valle y solo permanezca abierto, y con vigilancia, durante las horas diurnas. Con ello confían en recuperar la tranquilidad que han perdido en los últimos tiempos.