Imagen del edificio, que fue una masía, de la calle de Pons i Gallarza

Imagen del edificio, que fue una masía, de la calle de Pons i Gallarza

Vivir en Barcelona

Una masía camuflada en la calle de Pons i Gallarza

El origen de Can Riera se remonta a la Edad Media, aunque debe su nombre a la familia que la habitó durante el siglo XVIII y XIX, antes convertirse en convento y en escuela

24 noviembre, 2022 00:00

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La puerta del número 32 de la calle de Pons i Gallarza se abre poco a poco, y, a través del arco adovelado de medio punto que preside la entrada principal, una señora sale a la calle cargada con un par de bolsas. Dejo que se aleje en dirección opuesta a Gran de Sant Andreu y me sitúo frente a la casa para poder observarla sin prisa. Así, a primera vista, destacan las aperturas, enmarcadas en piedra, y también la parte superior, formada por un cuerpo más alto, con tres ventanas a modo de galería. Se distinguen diferentes volúmenes, pese al empeño por unificarlos con un revestimiento de estuco liso. Es algo así como un centauro arquitectónico: de mitad para abajo recuerda a una masía tradicional catalana; de mitad para arriba, tiene un ligero aire de edificio religioso. Y, claro, todo tiene una explicación, aunque para entenderlo hay que viajar en el tiempo.

Imagen del edificio, que fue una masía, de la calle de Pons i Gallarza / POBLES DE CATALUNYA

Imagen del edificio, que fue una masía, de la calle de Pons i Gallarza / POBLES DE CATALUNYA

Ni más ni menos, que hasta la Edad Media. De ese periodo de la historia ya consta la existencia de un edificio agrícola situado en esa zona que entonces era el camino de Sant Andreu a Horta. Ya en el siglo XVI, ese edificio se había convertido en una masía típica, Can Riera, aunque no se conocería por ese nombre hasta siglos después, cuando pasó a manos de la familia Riera. Estos propietarios reformaron la fachada y el interior en el siglo XVIII. A finales del XIX, la hija de los Riera se casó con el señor Estruch: la masía cambió de nombre de Can Riera a Can Estruch y pasó por una ampliación. 

La hija del matrimonio Estruch heredó la propiedad y acabó cediéndola a las hermanitas de la Asunción, que se encargaron de transformarla en convento. Para ello, las nuevas inquilinas añadieron un anexo con una gran capilla y levantaron una planta superior. También ordenaron construir un nuevo edificio en el interior de isla para instalar las celdas. Y, en 1977, el edificio volvió a vivir una reforma para adaptarse a sus nuevos usos, ya que dejó de ser convento para convertirse en escuela. Pero su aspecto actual es fruto de la última y más reciente de las reformas, llevada a cabo en 2018 por Olga y Daniel Gutiérrez Prat, del estudio de arquitectura 080. El proyecto transformó el conjunto arquitectónico en varias viviendas, respetando y rehabilitando la fachada principal, situada en la calle de Pons i Gallarza.

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