Hace ya más de medio año que inició su etapa el gobierno municipal liderado en solitario por el alcalde Jaume Collboni. Pese al tiempo más que razonable transcurrido, se puede constatar que, pese a las apariencias, el Ayuntamiento está paralizado en cuestiones esenciales para la ciudad. Es un gobierno cataléptico al estar vivo, pero que no se mueve. Es cierto que se han anunciado proyectos que, sin embargo, no se han concretado en su ejecución y cronograma, y aquellos más y peor vinculados al legado de la exalcaldesa Colau siguen sir ser derogados. Se iniciará el nuevo año y tras más de seis meses después de las elecciones locales, Barcelona no ha aprobado ni sus presupuestos ni sus Ordenanzas Fiscales para el ejercicio de 2024. Tampoco ha ratificado inicialmente, ni encarado la aprobación del Plan de Actuación Municipal, PAM, del mandato 2023-2027 ni el correspondiente Plan de Inversiones, PIM, ni de ciudad ni en los distritos.
Hay otros aspectos esenciales que no se abordan. No negaré que en su pertinaz estrategia de comunicación el gobierno municipal pretende transmitir a la ciudadanía su prioridad en la lucha contra la delincuencia y el incivismo, pero la realidad la desmiente. La inseguridad ciudadana sigue disparada y la convivencia dista mucho de mejorar. Es imprescindible un Plan de Seguridad eficaz, contundente y con la policía precisa y es menester una inmediata Ordenanza de Civismo con contenidos nítidos y no anuncios de gobierno carentes de contenidos eficacia real.
La vivienda social tampoco es una excepción. Su carestía en precio y carencia en número denota la desidia e ineficacia del Ayuntamiento y de la Generalitat en las últimas décadas. Ahora se anuncian acuerdos entre ambos que solo evidencian los incumplimientos y los retrasos de años en la promoción de pisos públicos en Barcelona pese a la existencia de decenas de solares públicos vacíos destinados al efecto. Hay más cartón que piedra.
El consistorio está más pendiente en el parecer que no en el ser y hacer. Se podría reversionar el villancico: 25 de desembre, ni PAM, ni PIM, solo FUM FUM FUM. Esta apreciación pudiera extenderse a otros aspectos como la revisión del urbanismo táctico, la precipitación de implantar ciertos carriles bici y la lentitud en revisarlos, o la “cochefobia”, la regulación del patinete que lleva en espera casi un año desde que se aprobó la modificación inicial de su regulación, la falta de criterios claros en los que avanzar en la definición de un modelo turístico, de captación y urbanístico, o en el ocio y la restauración.
Cierto es que es perceptible un mayor desparpajo en cuestiones capitales como la colaboración público-privada, la atracción de eventos internacionales de excelencia o el avance hacia la normalidad en las relaciones institucionales con la Casa Real y los símbolos de España, pero también en estos ámbitos queda un largo camino por recorrer desacomplejadamente.
El PSOE justificó impulsar una moción de censura en Pamplona y apoyar a un alcalde de Bildu por la parálisis municipal. No sé entonces que debería hacerse en Barcelona. Lo cruel es que en nuestra ciudad no podemos decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, léase Ada Colau, ni la alternativa puede ser un ayuntamiento en el que la Casa Gran pase a ser un Casal independentista. Y aún quedan más de tres años para las próximas elecciones municipales. Confiemos en que la Navidad inspire a nuestros munícipes y en el 2024 podamos disponer de un gobierno amplio, centrado, activado y emprendedor, eficaz y con compromiso social y de barrio. Barcelona se lo merece.