Hace dos semanas, Glovo celebró su fastuosa Summer Party en la finca de Mas Solers, el antiguo casino de Sant Pere de Ribes. Allí, la plantilla de las oficinas de la empresa barcelonesa disfrutó de una celebración por todo lo alto, con música, comida, mucho alcohol y un ambiente festivo.
La anécdota de la noche la protagonizó Oscar Pierre, el CEO de la compañía. En medio de la fiesta, el consejero delegado se hizo un tatuaje frente a sus trabajadores, una escena que parecía sacada directamente de la película El Lobo de Wall Street, donde Leonardo DiCaprio encarna a un lobo de las finanzas, agresivo y despiadado, con un final triste tanto en lo laboral como en lo personal.
El futuro de Pierre es incierto, a pesar de su imagen de buen rollo entre los empleados de oficina. No hay que olvidar que es el mismo empresario que ha aplicado varios EREs y que considera a los riders como autónomos, no como empleados de Glovo. Como los lectores podrán imaginar, los repartidores no fueron invitados a la lujosa fiesta.
Quizá parte del futuro de Pierre se aclare el próximo mes de septiembre, cuando deberá comparecer ante la justicia acusado de un delito contra los trabajadores. La Fiscalía de Barcelona considera que Pierre ha empleado y sigue empleando como presuntos falsos autónomos a miles de repartidores en toda España, lo que podría conllevar penas de seis meses a seis años de prisión. Desde que Glovo inició su actividad en España en 2015, ha acumulado 253 millones de euros en multas. La reforma del código penal en diciembre de 2022 tipificó el empleo reiterado de falsos autónomos como delito penal, con penas de prisión y multas, algo a lo que Glovo ha hecho caso omiso. Ahora Pierre enfrenta las consecuencias judiciales de estas prácticas.