Mágico González (San Salvador, 13 de marzo de 1958) es reconocido como el mejor futbolista salvadoreño de toda la historia. Era un delantero muy talentoso que hubiera podido alcanzar cotas mucho más altas de haberse cuidado. Pero lo suyo era la fiesta, la juerga, la diversión. La noche fue su perdición y en ningún sitio disfrutó tanto como en Cádiz, donde era un ídolo. El Barça, entonces mucho menos poderoso que ahora, sondeó su fichaje en alguna ocasión y le invitó a una gira americana en 1984. Con César Luis Menotti como entrenador y Diego Armando Maradona como figura. Y con el astro argentino se entendió muy bien.

El Barça acababa de cerrar una temporada muy crispada. Sin títulos. Todavía estaba muy reciente la final de la Copa del Rey que perdió contra el Athletic en el Bernabéu, recordada por el gol de Endika y las trifulcas entre los jugadores de ambos equipos. Terminada la temporada oficial, al Barcelona le faltaban los internacionales que disputaron la Eurocopa de Francia y logró dos refuerzos: Husillos, del Murcia, y Mágico, del Cádiz.

Con el ambiente muy crispado y Maradona muy cerca de fichar por el Nápoles, Mágico vivió con intensidad su breve experiencia americana con el Barça. Participó en dos partidos y marcó un gol en el empate contra el Fluminense (2-2), disputado el 3 de junio. Unos días antes, el equipo azulgrana había perdido con el Cosmos (3-5), en New Jersey.

PILLADO 'IN FRAGANTI'

Mágico hizo buenas migas con Maradona. En el campo y fuera del mismo. Su vida alocada frenó su fichaje por el Barça el día que le pillaron, in fraganti, en una habitación con una señorita.

“Reconozco que no soy un santo y que me gusta la noche. Las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Soy un irresponsable y un mal profesional”, admitió Mágico, que se entrenaba cuando quería con el Cádiz y acabó desesperando a muchos entrenadores.

En 1984, Mágico disfrutó de la vida en su breve etapa como jugador del Barça. Casi un año después, fue uno de los protagonistas de una jornada épica e histórica del club azulgrana. El 24 de marzo de 1985, entonces como futbolista del Valladolid (solo disputó nueve partidos con el club castellano-leonés), falló el penalti que le dio al Barça un título de Liga que se le resistía desde 1974. Su error elevó al portero Urruti a la categoría de mito en el Camp Nou.

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