Uno de los momentos en los que más notamos el calor en verano suele ser cuando dormimos. Te revuelcas durante horas para tratar de encontrar el rincón más fresquito de tu cama. Das mil vueltas a la almohada para encontrar el lado menos caliente. Sudas. Bebes agua fría a medianoche. Y ni así.
El calvario parece terminar cuando por fin te decides a comprar un ventilador. Pero justo cuando llegas a casa con tu salvación veraniega aparece y tu madre y te dice "No duermas con el ventilador encendido que es malo". Tú te ríes, pero tiene razón (para variar).
Si bien el aire acondicionado o el ventilador mantienen fresca tu habitación haciendo circular constantemente el aire, este cíclo tambien se puede repetir con el polvo o el polen. Es decir, que por dormir frescos acabamos respirando esas motas de polvo de debajo de la cama. Sí, esas cosas grises del tamaño de un puño que siempre tienes pensado limpiar mañana. Si además tienes asma o eres alérgico al polen el resultado puede empeorar.
Otro motivo para dejar de dormir con el aire puesto es el aire seco que expulsa. Estar toda una noche recibiendo ese aire puede ser muy perjudicial para la piel y las fosas nasales. En el caso de la piel puede ser que se seque, hecho que provocaría un envejecimiento del tejido. Las fosas nasales tambien pueden resentirse. Congestión y dificultad para respirar son los síntomas más frecuentes, aunque como te pases puedes acabar fácilmente con costipados o anginas.
Los músculos tambien pueden sufrir con el aire condicionado o el ventilador. Si alguna vez te despiertas notando los brazos rígidos o doloridos ya lo sabes, es el aire. Si lo tienes especialmente cerca, el frio también puede provocar calambres.
Sentimos arruinarte el invento. Siempre podras utilizarlo de dia y apagarlo cuando vayas a la cama. Sabemos que es una decisión difícil, por eso en caso de duda recomendamos consultarlo con tu madre.