La macrooperación policial contra el trafico de drogas en el Raval está tocando a su fin. En el cruce de Sant Climent con Cera unos mossos se afanan en arreglar un desperfecto en uno de sus vehículos, mientras a algunos agentes se les oye comentar “grabar, grabar, que se vea el material con el que trabajamos” a cualquier periodista que pasa por su lado.

Aparece un grupo de niños, en fila india, acompañados de sus profesores, que pasan al lado del operativo mirando, sonriendo y saludando a los agentes, ajenos a la realidad de la situación. Reciben sonrisas y saludos de los presentes, como si se intentará mantenerlos alejados de lo que estaba sucediendo apenas unos metros de allí. Para ellos, todo debe seguir siendo normal.

Los curiosos se amontonan en la rambla del Raval, en la calle de la Cera, en Carretes, en Sant Climent, en Santa Margarida, allá donde los vehículos de los mossos cortan las calles, bajo la atenta vigilancia de agentes armados. Pero no hay preocupación aparente. La vida transcurre con normalidad, las tiendas permanecen abiertas, los vecinos siguen con su rutina. Solo algunos se paran ante el dispositivo y preguntan, pero su interés se acaba pronto y casi todos siguen su camino. Debe ser la costumbre.

De ve en cuando, alguna persona pasa mascullando algo entre dientes, cuestionando la labor policial o recriminado a la prensa su presencia durante el operativo. Pero no se paran a observar lo que ocurre en la calle. Siguen su camino sin reprimirse a la hora de levantar la mano para enseñar un dedo índice en clara señal de desaprobación. Es la otra cara de la moneda.

SIN VIOLENCIA

La clave ha sido la ausencia de violencia. No ha habido carreras, ni peleas, ni siquiera gritos. Las detenciones se han llevado a cabo casi en silencio; los detenidos, esposados, han recorrido la calle hasta el furgón policial casi de incógnito. Solo la presencia de periodistas, corriendo en busca de la mejor perspectiva, haciendo fotos y filmando los traslados acababa por centrar la atención de los transeúntes.

La redada, centrada en los narcopisos controlados por la mafia dominicana, se ha venido gestando, según fuentes de la investigación, desde hace meses. La violencia con la que actuaban los traficantes despertó las señales de alarma y la investigación de puso en marcha. Pero los vecinos no se han enterado de nada, hasta hoy.

Ahora, dicen algunos, solo cabe esperar que la presión policial se mantenga para que esta operación no sea flor de un día. Ese es el principal deseo de los vecinos. Su máxima preocupación es que los narcos empiecen pronto a recuperar el terreno perdido, como ha ocurrido en anteriores ocasiones.

PRESENCIA NOCTURNA

Y aunque la operación ha sido una sorpresa, algún vecino de la zona ha empezado a entender esta mañana por qué durante las primeras horas de la noche de ayer notó un aumento de la presencia policial en algunas calles del barrio. “Noté que había más patrullas, tanto de Mossos como de Guàrdia Urbana, aunque no lo sospeché en absoluto, pensaba que buscaban algo”, dice.

Horas después, casi 700 agentes toman el barrio, detienen a decenas de personas y se van. Y, en el Raval, la normalidad de la vida diaria recupera su lugar. A la espera de un futuro mejor.

Noticias relacionadas