La pintura de Ernesto Camacho toma el pulso al Raval: la (manifiesta) degradación del barrio se ve traducida en sus cuadros. Si su estudio de la calle Reina Amàlia fuera un termómetro, la temperatura en estos momentos estaría alta. Muy alta.

En los últimos años, Camacho ha pasado de representar coloridos tejados a mostrar turistas en pisos de Airbnb. Del costumbrismo barcelonés –con una escena de un matrimonio viendo la tele– ha pasado a ilustrar a carteristas contando billetes. De los míticos balcones con sábanas, a las fruterías pakistaníes y las tiendas de móviles. El Raval ha mutado, y él no es el único vecino que lo sabe.

Camacho –que vive desde hace más de 15 años en el meollo– está ahora indignado: siente impotencia. Ha visto cómo los narcopisos proliferaban con impunidad. Ha presenciado la desaparición de negocios de toda la vida. Ha visto cómo crecían las bandas de menores que roban a plena luz del día. Ha visto a vecinos irse y a turistas llegar. A yonquis embarazadas pinchándose caballo entre coche y coche. A mafias peleándose a machetazos. A madres pegándose tortazos en un parque infantil. “El Raval está muy degradado, la ley del incivismo no se aplica”, lamenta. “La gente caga, vomita y folla en la calle”, sigue enumerando.

UN YONQUI MUERTO EN LA ACERA

Según él, “algo falla”. “La regidora del Distrito, Gala Pin, es una impresentable, nunca aparece por aquí, ¡y la Guàrdia Urbana igual, es como si no existiera!”, comenta cansado. “Y la droga ha vuelto a entrar a saco”, sacude las manos. Para ilustrar el caso, una anécdota. Una vez los narcos sacaron a un yonqui de uno de los narcopisos de la zona y lo dejaron tirado en la calle. “Durante todo el día estuvimos pasando por su lado con naturalidad, porque estamos acostumbrados a ese tipo de escenas, con la gente tirada”, apostilla el artista. “Por la noche, después de todo el día ahí, llegó la poli y nos dijo que el hombre estaba muerto, que llevaba todo el día muerto ahí”, exclama con énfasis.

Uno de los cuadros de Ernesto Camacho actuales / HUGO FERNÁNDEZ



Sobre la macrorredada policial contra las narcopisos, que se saldó con 58 detenidos –y 18 de ellos terminaron en prisión– también tiene palabras. “A buenas horas”, ríe. “Después de tres años en el gobierno, llegan un poco tarde, la verdad”, da una calada al cigarrillo. “Si el Ayuntamiento cree que ahora, por hacer la redada, todo el mundo va a aplaudir... lo lleva claro”, zanja.

LA DEGRADACIÓN SE TRADUCE EN INSEGURIDAD

Uno de los grandes problemas que ha desencadenado esta situación es la inseguridad. “La gente ya no baja al Raval por miedo”, dice Camacho mientras acaricia a su perra Laica. Sin embargo, en su caso, sostiene que no ha perdido a sus clientes, “de todo tipo, incluso turistas”. Tampoco se ha planteado dejar el barrio, pese a la degradación. El barrio Chino sigue constituyendo Los bajos fondos de Barcelona, como decía Francisco Madrid.

Ernesto Camacho trabajando en su imprenta / HUGO FERNÁNDEZ



Todas estas escenas se van apilando en la memoria de Camacho, configurando una especie de álbum fotográfico que al final se refleja en sus óleos. “Cuando tengo la imagen clara, la plasmo”, detalla gesticulando. La evolución del Raval es la evolución de la pintura de Camacho. Ahora ha dejado atrás la “época feliciana” –con el acrílico– para sumergirse en “la decadencia” a través del óleo. Los colores vivos han dado paso a los oscuros. Así en la obra de Ernesto Camacho, así en el barrio del Raval.