Darse un paseo por la calle Robadors, en pleno corazón del Raval, implica conocer de primera mano la zona en la que se concentra el mayor número de pisos-prostíbulos de la ciudad. Los vecinos hablan de que, por lo menos, hay cinco pisos en los que las prostitutas de la zona llevan a cabo su actividad.
La captación de los clientes se produce en la misma calle. Cualquier hombre que se decida a caminar por la plaza Salvador Seguí o la calle Robadors, sobre todo por la tarde, recibirá ofertas para practicar sexo con alguna de las numerosas chicas que esperan clientes apostadas en los portales, apoyadas en la pared o simplemente paseando.
MARCANDO EL PASO
“Cariño, cariño” se dirige una prostituta a un posible cliente. “¿Quieres subir conmigo?”, le insiste. Subir es ir a uno de los pisos en los que ejercen la prostitución.
La reacción de los clientes es diversa. Los hay que aceleran el paso y rechazan la oferta con un simple movimiento de cabeza. O los que siguen como si nada tras rechazar la oferta con una sonrisa. E incluso los hay que rechazan la oferta tras pararse a hablar con la mujer, como si quisiera razonar su negativa.
Para un simple observador, el ambiente que se respira en la calle es un poco caótico. Las mujeres se mueven de aquí para allá, muchas veces hablan entre ellas a gritos, ríen, se abrazan, o simplemente entran en alguno de los bares de la calle para tomarse algo.
Pero el cliente rechaza la oferta y sigue caminando. Por un momento acelera el paso, como si quisiera dejar claro que su no, es no. Que no quiere volver a oÍr la oferta ni hacerle perder el tiempo a la prostituta.
PAGAR POR USAR
Si el cliente ha ido a buscar sexo y acepta la oferta, la mujer le dirige a uno de los pisos que usa habitualmente. Según los que conocen bien la zona, los pisos están regentados por un pequeño grupo de mujeres, algunas de ellas prostitutas en activo y otras que lo fueron y que por diversos motivos ya no practican la prostitución, que controlan las entradas y salidas, cobran un porcentaje y vigilan que todo se desarrolle con normalidad.
PISOS MUNICIPALES OCUPADOS
La mayoría de los vecinos de la calle conocen la ubicación exacta de los pisos-prostíbulo. Incluso saben quién se encarga de abrir la puerta cuando la prostituta que está en la calle capta un cliente. Pero no quieren ir más allá. “Todos estos datos los tiene la policía”, afirman. “Los vecinos ya no podemos hacer más”, añaden las personas que saben cómo funcionan las cosas en la zona.
Lo más preocupante es que algunos pisos utilizados por las prostitutas para satisfacer a sus clientes son de propiedad municipal. “Uno lo compró el Ayuntamiento y los rehabilitó. Fue entonces cuando lo ocuparon para usarlos para la prostitución, y ahí sigue”, asegura uno de los vecinos. “Y no es el único”, corrobora otro.
En el Ayuntamiento también tienen constancia de la ubicación exacta de los pisos y de que por lo menos uno de ellos es de su propiedad. "Pero ni han hecho ni tienen intención de hacer”, denuncian los vecinos. Sin embargo, nunca se ha tomado ninguna medida para acabar con ellos, ni para acabar con la prostitución en la calle, "ni con las peleas, ni con los gritos por la noche, etc" se lamentan los vecinos.