Cuando M.A., vecina del Raval, vio a unas personas “metiéndose rallas” a las cuatro de la tarde en la plaza de Castella y el día de Reyes se encontró una jeringuilla por el suelo, supo que ese no era lugar para sus hijos. “Tienen 2 y 4 años. No podemos bajar a jugar. De hecho, no hacemos nada de vida por aquí”, lamenta a Metrópoli Abierta M.A., que vive en uno de los pisos que rodean la plaza.
La situación de M.A es consecuencia del incivismo que se respira en este espacio del centro de Barcelona desde hace “unos dos años”. Esther Sánchez, portavoz de la plataforma de vecinos de la plaza de Castella y propietaria desde hace 45 años de un establecimiento que comercializa con maquinaria para la hostelería, explica que observa a diario como unas “10 o 12 personas o hasta 20” acuden a este espacio a beber, tender la ropa, sentarse con sillones o escuchar música con bafles. Un día hasta utilizaron una guitarra eléctrica.
“Suponemos que la mayoría consume drogas. Se cagan y se mean por aquí. La puerta del parking está oxidada de tantos meados. Si ahora abro la puerta, te mareas con el olor”, dice Sánchez indignada y añade: “por la mañana te encuentras las jardineras llenas de basura y a más de uno durmiendo en la plaza. Vivimos entre una suciedad continua”.
Muchos vecinos han dejado de frecuentar la plaza
MÁS INCIVISMO
Los vecinos no solo deben convivir entre latas de cerveza y restos de comida, también tienen que ver como la presencia de drogas a plena luz del día deteriora aún más el ambiente del lugar. Sánchez asegura que hay “chavales” que van a comprar a personas de estos “grupos”, que hace tres semanas la policía se llevó a “un traficante” y que en ocasiones se ha percatado de cómo escondían “cosas” en agujeros de las jardineras para que después fuese otros a buscarlo.
Sánchez también ha presenciado como en ocasiones ha estallado la violencia. “Hace unos tres meses hubo una pelea entre cuatro personas que suponemos que estaban colocadas. Se hicieron sangre. Cuando vino la policía ya se habían marchado todos menos el que estaba más herido”, señala. También explica que les ha visto increpar, en más de una ocasión, a los universitarios que salen de clase cuando ha caído la noche.
IMPOSIBLE DORMIR
Además de no poder disfrutar del espacio con sus hijos, otra de las problemáticas con las que convive M.A. es que ya no puede dormir por las noches. Asegura que gritan mucho y ponen música. Y en verano, cuando en Barcelona es imposible no dormir con la ventana abierta, es aún peor. “Me paso todo el verano con mis hijos en mi ciudad natal para descansar. Son casi tres meses durante los cuales estamos separados de su padre porque él se queda aquí trabajando. Intentamos evitar esta medida instalando un doble cristal en las ventanas, pero no sirvió de nada…”, dice M.A.
Ante estas situaciones, la vecina a veces ha optado por salir a la calle a pedirles que “bajen el volumen”. “En rara ocasión, me han pedido perdón. Normalmente he recibido respuestas negativas, como ‘¡vete a vivir a otro sitio!’”, indica indignada.
INTENTOS DE SOLUCIONES
Los vecinos de la plaza Castella han alertado más de una vez al Ayuntamiento del incivismo con el que deben lidiar desde hace años. Sánchez y M.A. cuentan que la respuesta ha sido “más limpieza”, pero de poco ha servido porque, pasadas unas horas, “vuelve a estar igual”. También reconocen que hubo una temporada en la que “había más policía", pero este verano su presencia se ha reducido. “Tampoco ha sido una temporada fácil para todo Barcelona”, admite Sánchez.
La falta de alumbrado de uno de los extremos de la plaza llevó a Sánchez a instalar dos focos encima de su establecimiento. También levantó una barandilla para que “estos grupos” no se sentaran delante de su puerta, pero ahora lo hacen encima de esta barandilla. Está claro que no existe una solución única al incivismo de la plaza de Castella, pero para Sánchez hay iniciativas que pueden frenar su desgaste.
Una de ellas es una chocolatada, que los vecinos hicieron a finales de mayo, y que llenó la plaza de payasos, niños y pinturas para colorearse la cara. “Queríamos enseñar que la plaza llena de niños es bonita, queríamos ocupar la plaza para reivindicar que también es un espacio de los vecinos”, dice Sánchez, quien no parará de moverse para que los vecinos vuelvan a la plaza de Castella.