En una sociedad cada vez más concienciada sobre la importancia de una alimentación equilibrada y saludable, resulta sorprendente que cueste tanto encontrar en el mercado barritas energéticas 100% naturales y en cambio haya 20 marcas de bebidas isotónicas y otras tantas de barritas industriales. La startup barcelonesa Stroong está decidida a aprovechar ese hueco y apuesta por “una nutrición energética saludable” tanto para el día a día como para personas que practican deporte con regularidad, explica la fundadora de la compañía, Lourdes Torres.

“La nutrición de la actividad física está basada en azúcares añadidos, esencias, siropes... y eso en realidad no es nada adecuado para hacer deporte”, señala. “El azúcar es una inyección rápida de energía, pero muy limitada. Por eso necesitas ingerir tanto”. Torres es fondista y ha terminado dos pruebas del exigente circuito Ironman, además de haber completado un sinfín de maratones y triatlones. “Llevo muchos años recopilando información sobre nutrición saludable. El azúcar añadido es barato, comercial y hace ganar mucho dinero a grandes marcas, pero no ayuda nada”, asegura.

El principal reto son los propios hábitos de los deportistas. “El azúcar está muy extendido y cuesta cambiar las rutinas”. Utilizar ingredientes naturales como la quinoa, los frutos secos, el guaraná o los dátiles encarece el producto. “No tenemos un precio imbatible y nunca vamos a competir con la gran industria alimentaria en ese campo, pero tampoco es nuestro objetivo”, reconoce. Las más cara, que se llama Maca&Boost, cuesta 7,5 euros por dos barritas. “La gente está dispuesta a pagar 4.000 euros por una bicicleta y luego es difícil convencerla de que gaste dinero en cuidar su cuerpo”.  

Las barritas energéticas de Stroong están hechas con ingredientes 100% naturales

LA EXPERIENCIA, CLAVE

Torres, que también tienen 25 años de experiencia como cocinera, empezó preparando barritas energéticas naturales en la cocina de su casa. Acaba de pasar la cuarentena y, como mucha gente, sintió la necesidad de empezar a hacer deporte. “Las daba a probar a amigos y compañeros del club de triatlón y siempre tuvieron buena respuesta”. Fue un largo camino de prueba y error para encontrar ingredientes que ofrecieran efectos similares a los de las barritas industriales, pero sin usar azúcares añadidos, colorantes o conservantes.

En 2014 su proyecto recibió su primer impulso. Phil Maffeton, entrenador de Mark Allen, seis veces campeón del Iroman de Hawai, se ofreció a ayudarla a preparar el Ironman en Zurich para demostrar que, con “una buena alimentación y el entrenamiento adecuado”, casi cualquier personas puede participar en una prueba tan exigente. A pesar de tener cuatro años más que en su primer intento, Torres consiguió finalizar la carrera y bajar 25 minutos su tiempo. “Tardar menos fue algo anecdótico, lo realmente importante es que acabé sin casi secuelas. Al día siguiente estaba como si no hubiera corrido”.

UN PROCESO LARGO

Encontrar la fórmula perfecta para que las barritas mantengan sus propiedades nutritivas fue uno de sus mayores retos, quizás incluso mayor que correr el Ironman. “El cliente no aprecia que detrás de un producto hay un trabajo de meses o años”, lamenta. En los primeros meses de su andadura, pensó que podría externalizar la producción a una panadería, pero en los ensayos todas las barritas salían con moho. 

“Tardamos ocho meses en darnos cuenta de que las bacterias de la masa madre contaminaban las barritas”. Así que tuvo que cambiar de plan. Dar con el envoltorio perfecto tampoco fue sencillo. “Encontrar uno que permitiera conservar el producto durante más tiempo nos costó otros cinco meses”, explica. Ahora las barritas aguantan hasta cinco meses sin estropearse, muy meritorio si se tiene en cuenta que no llevan conservantes naturales. 

EL PUNTO DE INFLEXIÓN

Comenzó como un negocio casero, pero la buena acogida que tenían sus recetas hizo que Torres decidiera dar el salto a la profesionalidad. El año pasado se apuntó a un curso de comercio electrónico de Barcelona Activa y allí se produciría el punto de inflexión que estaba esperando. Y no fue tanto por el curso en sí, que la ayudó a poner en orden muchas cosas que como emprendedora amateur no tenía bien definidas, sino a quién conoció. 

Sus profesores de Finanzas y Marketing Digital quedaron impresionados con su proyecto. “Les gustó tanto que me hicieron una propuesta y ahora somos socios”, dice riendo. Han rediseñado la página web, preparado un plan de empresa y refinado todos los procesos. “Hace un año y medio estaba en mi casa y ahora estamos preparando una ronda de financiación para abrir nuevos mercados y llegar a más gente”. Su idea es dar el salto a los desayunos y meriendas. “Queremos sustituir los donuts y los zumos por nuestras barritas”. Ambición no le falta.

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