Mientras las grandes ciudades luchan por expulsar a los inmigrantes de sus países, Barcelona batalla contra el turismo. Las paredes hablan por sí solas: “Tourists go home, refugees welcome”. El pan de cada día en la Ciudad Condal se come con lemas como “Barcelona no está a la venta” o “No seremos expulsados”. Así lo analiza el periódico The Guardian en un extenso reportaje que se ha viralizado en las redes.

Tal como se encarga de recordar el medio británico, los habitantes de Barcelona están a favor de la inmigración sostenible –que representa un 18 % de la población– así como del asilo de refugiados. Según The Guardian, los inmigrantes africanos, latinoamericanos, chinos, paquistaníes y europeos del este trabajan y se integran en la ciudad, añadiendo diversidad cultural. “Barcelona no ha visto una sola protesta en contra de la inmigración de ningún tipo, ni la inmigración es un problema en las elecciones locales”, sostiene.

EL TURISMO NO ES BIENVENIDO

No obstante, el turismo masivo que aporta un 12 % del PIB no es bienvenido y hay quién cree que desvirtúa la identidad de la ciudad. Una de las voces que aparece en el reportaje es la de Albert Recio, portavoz de la Federación de Asociaciones de Residentes de Barcelona que representa alrededor de 100 organismos. Según afirma “el aumento vertiginoso de las escapadas urbanas ha tenido un impacto significativo en la vivienda, con los propietarios optando por hacer dinero fácil alquilar a turistas, en lugar de residentes y aumentar los alquileres en el proceso”.

Grupos extremistas como Arran popularizan las campañas de turismofobia que, un año más, parecen ser las protagonistas del verano tras el primer episodio en el Park Güell. Mientras esto sucede, el gobierno de Ada Colau, por su parte, contiene la expansión de apartamentos turísticos de plataformas como Airbnb y se ofrece a acoger a los refugiados provenientes del barco Aquarius.