La cadena de restaurantes italianos Big Mamma se instalará en uno de los locales malditos de Barcelona: el número 86 de la calle Enric Granados. En este espacio han fracasado en el último lustro nada más y nada menos que Leo Messi y el Grupo Salvaje, del empresario italiano Davide Tomassoni y del chef venezolano Fermín Azkue.

Ahora, un nuevo concepto aterriza para poner fin al maleficio: se trata de Big Mamma, un grupo de restaurantes italianos fundado en 2015 por los franceses Tigrane Seydoux y Victor Lugger, que ya está presente en cinco países con 26 trattorias: ocho en París, cinco en Londres y tres en Madrid.

Un millón de comensales en tres años en Madrid

Precisamente, el aterrizaje en Barcelona llega después del buen desempeño de la firma en la capital española. Tras la pandemia, el grupo abrió el local Bel Mondo en la calle Velázquez, barrio de Salamanca, donde ha servido a más de un millón de clientes en tres años. Le siguieron Villa Capri, en Chueca; y Circolo Popolare, un espacio de 800 metros cuadrados y capacidad para 250 comensales.

En Barcelona, Big Mamma está reformando el interior del local, y su apertura no se prevé hasta el comienzo de 2025. Su capacidad es de casi 1.000 metros cuadrados, tiene dos plantas, y caben 200 personas en su interior y 50 más en su amplia terraza.

Vendido por siete cifras

Según ha podido saber Metrópoli, el inmueble se ha vendido a Big Mamma por un importe de siete cifras. La facturación anual estimada en el local es de entre dos y tres millones de euros, según los resultados de los últimos operadores.

Big Mamma, que se está convirtiendo en un pequeño gigante de la restauración (el año pasado facturó 180 millones) deberá romper el maleficio del 86 de la calle Enric Granados. Desde que Leo Messi se instalara con su restaurante Bellavista del Jardín del Norte el local parece gafado.

Terraza de Salvaje Barcelona Slvj

Gafado por Messi y Salvaje

El astro argentino sólo mantuvo abierto su jardín dos años, pues el negocio estuvo en constantes pérdidas. La excesiva inversión inicial (más de un millón de euros) y la mala planificación condenaron a Leo Messi. Tras cerrar el restaurante, quiso reflotar el negocio como espacio de eventos y catering, pero la idea tampoco cuajó.

Tras Messi, llegó el Grupo Salvaje, que montó una carta con comida japonesa y un espacio de coctelería, espectáculos, animación y música. El local presentaba una decoración extravagante, con ornamentaciones fastuosas y música a todo volumen. Ello les llevó a tener algunos rifirrafes con los vecinos de la zona, muy organizados contra el ruido desde hace años. Las denuncias por ruido contra el local fueron una constante durante su existencia.

Una vez arreglaron ese revés, ya solo quedó el problema del balance. Los números no daban. Salvaje abrió en el peor momento tras la pandemia, con la restauración a la baja, y no convenció a la clase alta catalana, como sí había hecho con la de Madrid, Panamá, Bogotá y Miami.