Las tintorerías de Barcelona alzan la voz para alertar sobre su complicada situación. En la última década han perdido 100 agremiados, un tercio del total, y la falta de relevo generacional acecha a los poco más de 200 supervivientes que quedan en la provincia.

El bajón en los asociados se debe al cierre por jubilación de muchos locales familiares, que bajan la persiana sin nadie que tome la batuta que sus negocios. Los hijos de los propietarios no aprenden el oficio y estos comercios históricos truncan su trayectoria. También se da la circunstancia de que cada vez se llevan menos trajes y prendas que requieran un cuidado más intensivo.

“Corremos la misma complicada situación que ortos gremios que antaño fueron gigantes y hoy ya no, como las pescaderías, zapaterías o mercerías”, explica Jordi Palau, presidente del Gremi de Tintorers i Bugaders de Barcelona, a Metrópoli.

Una tintorería en una imagen de archivo AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

Brotes verdes

El Gremio ha desarrollado una escuela propia de formación, donde acude gente que quiere reciclarse laboralmente o adquirir conocimientos que no posee para entrar en el oficio. “Aunque todo parecía ir cuesta abajo, en los últimos años las cifras de tintorerías se han estabilizado”, señala.

Incluso, parecen intuirse los primeros brotes verdes. En los últimos años, ha incrementado el número de menores de 30 años que abren sus propios establecimientos. Pero aún no es suficiente. Uno de los sueños del sector es que comiencen a ofrecerse ayudas institucionales para impulsar la llegada de los jóvenes a estos negocios, como ocurre en Galicia, donde existe una prestación de 30.000 euros en esta partida.

El interrogante del autoservicio

Un negocio que ha ido en auge en los últimos años, mientras cerraban tintorerías, son las lavanderías autoservicio. Sin embargo, para el Gremio, afecta mínimamente, pues representan negocios distintos. “Un cliente de tintorería quiere que le laven y planchen bien, que le quiten las manchas y le traten con mimo: el autoservicio no ofrece esta solución", explica Palau. Salvo en el caso del lavado de edredones, donde sí suponen una competencia directa, el Gremio se muestra tranquilo por la proliferación del autoservicio.

En España ya hay varios millares de estos establecimientos, que han dado la vuelta a la idea de cómo se lava la ropa. Es rápido, barato y supone un ahorro de agua para los hogares. Precisamente, uno de los gigantes del sector nació en Barcelona, en el barrio del Clot. La Wash, fundada por Javier Llacuna, ya posee 300 establecimientos de este tipo y factura 20 millones de euros, tal y como explicó Metrópoli

Una de las lavanderías de La Wash en una imagen de archivo

La fiebre de las lavanderías

Este auge también ha comportado la apertura de negocios de extraña naturaleza, como el caso de bares-lavandería. En 2018, dos emprendedores barceloneses abrieron un bar en el que la gente podía tomar algo mientras lavaba y secaba sus prendas.

Este negocio, denominado LaBar, está ubicado en el 442 de la calle de Consell de Cent. Se pueden consumir ensaldas, cafés, tostadas o bikinis, así como una variada selección de snacks y tapas.