Imaginación, mucha imaginación, y una cámara de fotos o un móvil. Son dos cosas imprescindibles cuando alguien se quiere adentrar en el mundo fantástico que ofrece el Museo de las Ilusiones. Y no es que sea un lugar donde se hagan trucos de magia. Se trata, simplemente, de un sitio en el que las imágenes juegan con el visitante, le obligan a mirar más allá de las apariencias, a encontrar la realidad escondida en las paredes.
El Museo de las Ilusiones de Barcelona está hecho a imagen y semejanza de sus primos rusos, seis en total, instalados en Moscú, San Petesburgo, Ekaterimburgo, Kazan, Nizhniy Novgrod y Chelyabinsk. Sus promotores eligieron Barcelona como sede el primer Museo de las Ilusiones fuera de Rusia por su ambiente cultural y su atractivo turìstico. Y, sin duda, acertaron.
Entrar en el museo obliga a abrir la mente y a observar con una nueva mirada las imágenes que van apareciendo mientras el visitante se adentra en el museo. Hay que buscar la perspectiva, encontrar el truco, descubrir el mejor ángulo y sacar la foto desde el punto de vista más adecuado. Solo gracias a la imagen obtenida se descifra el verdadero secreto de lo que el museo esconde.
Todo ello gracias al intenso trabajo que durante tres meses llevaron a cabo unos jóvenes grafiteros rusos traídos especialmente a Barcelona para que construyeran el mundo mágico del Museo de las Ilusiones. Lilia Petcu, directora del museo, asegura que hacer cada pintura fue un trabajo muy delicado: "Vinieron unos veinte jóvenes de Rusia a trabajar en equipo. Cada pintura la hicieron entre varios de ellos, calculando los ángulos, buscando la perspectiva. Se hicieron mediciones con máquinas para que todo saliera perfecto. Para hacer todas las pinturas estuvieron unos tres meses".
Algunas de las pinturas están realizadas con una perfección asombrosa. En algunas de se nota hasta el más mínimo detalle, ya que en ellas eso es lo que importa. Otras es mejor observarlas desde la distancia, ya que el detalle no importa tanto, pero sí la sensación de profundidad, o de grandeza, que deben transmitir.
El Museo está situado, según dice Lilia Petcu, en el mismo lugar, aunque el edificio sea diferente, en el que estuvo el Gimnàs Solé, donde Joan Gamper fundó el FC Barcelona. Quizá por eso es inevitable la presencia del Barça en dos imágenes que permiten el visitante sentirse como uno más de la plantilla azulgrana celebrado un gol o como un aficionado en las gradas del Camp Nou.
Sin embargo, las imágenes preferidas de los visitantes son otras. Como la que permite sentarse en la taza de un váter teniendo a un lado a Barack Obama y al otro a Angela Merkel en idéntica incómoda situación; o la que permite ser Luke Skywalker luchando contra Darth Vader; o aquella que 'obliga' a cruzar el Cañón del Colorado por una pequeña y maltrecha pasarela de madera; o la que obliga a 'huir' a toda prisa para evitar ser arrollado por el metro; o la escalera mecánica al cielo.
Hay representaciones de los Simpson, de Dalí, del universo, de monstruos alienígenas, del Quijote, del Parque Güell, de Antonio Banderas. Un león puede 'devorar' a visitante; un buho, darle cobijo bajó su ala; se puede bailar en un 'tablao flamenco', subirse a una plataforma de obra en la Sagrada Familia o sentirse 'pequeño' en una habitación en la que se juega tanto con la perspectiva como con la inclinación del suelo. La imaginación impone el límite.
También hay algunas pinturas que han 'fracasado'. "Tuvimos una de una corrida de toros, pero no gustó y la cambiamos. Desde que se inauguró el museo hemos cambiado cinco pinturas. Hay que tener en cuenta que el trabajo de hacerlas es largo y complicado", asegura Lilia.
Curiosamente, los extranjeros no son la mayoría de los visitantes. "Barcelona es una ciudad que ofrece muchas cosas muy interesantes y el Museo es casi como el postre. Pero viene mucha gente de Barcelona, y no solo en verano, también en invierno, cuando la oferta exterior es mucho menor. También organizamos visitas para los colegios. Cuando están aquí, los niños ven muy interesante el asunto de la perspectiva y de las ilusiones ópticas".
El Museo tiene unos 600 metros cuadrados de superficie y es posible entretenerse en cada una de las pinturas el tiempo suficiente para pasar en su interior un buen rato. Está abierto todos los días del año, está situado en la calle Pintor Fortuny, muy cerca de las Ramblas, y es el lugar ideal para que niños y mayores demuestren su habilidad a la hora de encontrar el ángulo diferente desde el que obtener la imagen más original. Posibilidades no van a faltar.