Antes del mediodía ya era complicado acercarse a las puertas de la conselleria de Economía, en Rambla Catalunya a la altura de la Gran Via. Las protestas convocadas por los registros de la Guardia Civil en relación con el referéndum del 1-O llenan el conocido cruce de calles de Barcelona y una alfombra de cabezas dirige cánticos desafiantes a los agentes que están en el interior del edificio. Casi da la sensación de que la única forma de avanzar es dando saltos de cabeza en cabeza, pero con paciencia y muchos “perdona”, la masa se abre por momentos y deja paso.
Entre la multitud sobresalen varios periodistas y manifestantes que, subidos a un par de coches, se elevan en un posición privilegiada para tomar fotos de la entrada. “Mal día para aparcar en Rambla Catalunya” es lo primero que viene a la cabeza. Los vehículos están cubiertos de pancartas prodemocracia y esteladas y se hace difícil identificar la marca o el modelo. Algunos detalles, como una protuberancia en el techo que se parece sospechosamente a una sirena, dan pistas sobre qué hay debajo de tanto material. A dos pasos del primer coche ya es evidente: es de la Guardia Civil.
PLATAFORMA DE PROTESTA
El coche, que debe ser de los primeros agentes que han llegado al departamento que dirige Oriol Junqueras para detener a su número 2, Josep Maria Jové, ha sido engullido por los manifestantes poco después de empezar las protestas y lo han convertido en una plataforma desde la que alentar los cánticos de “Votarem! Votarem!” y demás consignas independentistas. “¿Quieres subir?”, le dice un manifestante a su compañero. Escalar el todoterreno es prácticamente una actividad obligada para los que están en primera fila.
Con tanto trajín, el coche ha quedado lleno de pegatinas que apoyan el Sí e incluso han pintado con espray un 1-O en la cubierta de la rueda de repuesto. Al parachoques ya no le caben más serpentinas ni carteles y todo parece jolgorio ante la imagen de un coche de la Guardia Civil recubierto de independencias. Una metáfora de lo que quieren los manifestantes, quizás. En la entrada, los agentes aguantan impasibles mientras la calle se va llenando al ritmo de las noticias que llegan de la operación policial.
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