En Barcelona se desechan 6.224.246 colillas al día y el sábado 16 de diciembre, Miguel Garau, entrenador físico mallorquín se ha atrevido con la segunda ronda de recogida de colillas. Una recolecta que ha bautizado con el nombre 'Colillatón' haciendo un guiño a la Navidad, que forma parte de su campaña ecologista 'No más colillas en el suelo'.
Garau ha creado el evento para todos las edades y lo ha difundido por las redes sociales con el apoyo de algunas entidades que trabajan las tres ‘R’: reciclaje, reducción y reutilización de los residuos. La cita ha tenido lugar en la entrada del Parque de la Ciutadella a las 10:00 horas y los requisitos para participar se limitaban a tres cosas: vestir un gorro navideño, llevar guantes y una botella donde almacenar todas las colillas que se recogen del suelo durante una hora y media.
Así, entre 11 personas han sido capaces de recoger nada más y nada menos que hasta 6.600 colillas que estaban tiradas en el suelo del parque. Un lugar ajardinado que a pesar de la limipieza municipal, los fumadores que lo visitan no colaboran con el mantenimiento del servicio.
“Se pueden hacer muchas cosas sin constituir una organización formal”, asegura Garau refiriéndose a su iniciativa que, poco a poco, se consolida entre los barceloneses. La primera recogida popular de colillas tuvo lugar el pasado mes de julio para la cual consiguió reunir a 66 voluntarios y entre todos, lograron recoger hasta 94.000 colillas. Junto a Barcelona, Bruselas es la otra ciudad europea que recopila residuos manualmente gracias a ‘ Sauvez Leo not happy’.
El reto de Garau es batir un doble récord: convocar a 1.000 personas que logren recoger hasta un millón de colillas en una tercera cita prevista para julio de 2018.
El activista critica al fumador irresponsable que no cumple ningún principio cívico arrojando al suelo los cigarros consumidos. “El fumador tiene que llevar consigo un cenicero portátil”, un hecho que se vuelve complicado porque “dónde venden tabaco no venden ceniceros”, alude Garau a los estancos de tabaco. Pequeño, hermético y que no huela, así deben ser los ceniceros que deberían venden los suministradores de las cajetillas. De este modo, Garau confirma que los fumadores no tirarían tantas colillas al suelo.
Ni los ceniceros en el mobiliario urbano ni sanciones. Ninguna de estas alternativas solucionan el problema de los suelos sucios por colillas. La primera porque se han dado caso de incendio. “A veces, el fumador no apaga el cigarrillo antes de depositarlo en un cenicero público y acaba incendiándolo”, comenta el activista. Un accidente que podría suponer un sobrecoste, el de la inserción de ceniceros en el mobiliario urbano, que según Garau, no es significativo pero que se sumaría al coste de reformar los desperfectos del incendio. Por otro lado, el activista cree que sancionar a la persona que tira una colilla al suelo no evita que lo vuelva a hacer y no es fácil de perseguir salvo con cámaras de videovigilancia. El impulsor medioambiental apuesta por la concienciación cívica y la obligatoridad de los quioscos y expendedores de vender ceniceros móviles.
EL DESTINO DE LAS COLILLAS ALMACENADAS
La idea final de las colillas es el reciclaje. El proyecto ‘ No más colillas al suelo’ suma adeptos dentro del mundo de la ecología y ya cuenta con el apoyo de una empresa que diseña algunos artículos como lámparas y suelas de zapatos con los filtros de las colillas recogidas. El objetivo es crear una nueva vida útil a las colillas creando un producto sostenible con el medio ambiente.