De nadar por un océano infinito a ser encerrado en una piscina. De poder obtener la comida a recibirla en malas condiciones y sólo si el comportamiento es adecuado. De vivir junto a su madre a ser separado brutalmente de ella para siempre. De emitir sonidos libremente y comunicarse a no poder hacerlo porque la propia voz rebota en las paredes del tanque y ensordecen. De poder vivir 25 o 30 años a vivir 20 como máximo.

Esa es la situación de miles de delfines en todo el mundo reclusos en delfinarios que nunca mantendrán las condiciones de su hogar, el océano. ¿Para qué los necesitamos encerrados? Según un informe sobre cetáceos en cautividad, la tasa de mortalidad de las crías de delfines en cautividad es de un 7’4%, frente al 3’9% que tiene esta especie en libertad. Además se reduce su esperanza de vida en 5 años tras la captura. La complejidad biológica y psicológica de estos animales provoca en ellos un gran número de consecuencias a nivel físico y psicológico.

“No todos los animales deberían estar en un zoo. Algunos primates y los cetáceos, por ejemplo. Son demasiado complejos para estar en cautividad y su hábitat y medio ambiente también. Los delfines por ejemplo, viven en medio del océano; esto no es algo que un zoo pueda sustituir ni igualar” señala Marco Ansón Ramos, paleontólogo y naturalista, especialista en el departamento de educación y colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid.

“Uno de los principales problemas con los animales en zoos es que se troquelan. Significa que no se reconocen de su propia especie”, afirma Ansón.

La pérdida de identidad es la principal consecuencia de la cautividad en cetáceos, según el informe Cetáceos en cautividad de Anna Lafuente, Elisa Ruiz, Ada Sala y Miguel Vieira. A esta primera consecuencia tras la captura en el océano, separación del grupo y usual estado de shock durante el traslado, se le añaden una serie de problemas que evidencian la complejidad de los cetáceos y la incompatibilidad de éstos con los reducidos espacios otorgados por los parques zoológicos.

¿En qué condiciones viven los delfines del Zoo de Barcelona? / C.L.



La inserción en un grupo de extraños es también muy difícil para los delfines, ya que son animales sociales que viven en grupos. Una vez separados de su manada o grupo, la inserción en uno nuevo puede llevar a intolerancias entre sus miembros y a peleas de las cuales no se pueden escapar, debido al escaso espacio disponible en los tanques que habitan. “En un grupo tú no entras como un extraño; es tu familia, entras en el grupo cuando naces en él, pero un grupo ajeno no va a aceptar a un extraño.” explica Ansón.

A parte de complejos y sociales, los delfines son mamíferos muy sensibles a los cambios. Martí Pumarola, veterinario especializado en patologías animales y enfermedades neurodegenerativas e investigador en bioética, ratifica que la cautividad provoca enfermedades que en la naturaleza no se darían. “Hay daños, enfermedades neurodegenerativas como las que sufren las personas, que son consecuencia del estrés”. Estas enfermedades en su hábitat natural no se darían ya que “o bien ni aparecerían, o bien no durarían ni un día. Sin embargo, en el zoo se les hace vivir aún estando enfermos, alargando el padecimiento del animal.”

Por otro lado, según Miguel Cativiela, biólogo de organismos y sistemas del ámbito de la educación ambiental y especializado en el comportamiento animal, “todo depende de la instalación. Cuando una instalación es buena, el animal puede estar perfectamente”.

Según un informe de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), se estima que los delfines en libertad pueden sumergirse hasta 90 metros bajo el agua para alimentarse de determinados peces. “En España, el punto de la piscina del delfinario más profundo mide 10 metros. En el resto de casos, los cetáceos deben conformarse con piscinas de entre 3 y 6 metros”. La forma ovalada de las piscinas también los limita, pues los delfines pueden alcanzar 50 km/h en línea recta, y en tan reducidos espacios son incapaces de moverse a esa velocidad. Esto da lugar a las llamadas estereotipias, definidas por la Real Academia Española como “repetición de un gesto, acción o palabra, característica de algunos trastornos mentales”. Este fenómeno se da en la gran mayoría de cetáceos habitantes de zoos.

El estrés padecido por estos animales viene de la gran cantidad de ruido, del gran cambio de los espacios ocupados. Los delfines en libertad suelen nadar entre 150 y 180 kilómetros al día. En cautividad, unos siete kilómetros. Es usual ver delfines nadando en círculos (estereotipias) en sus tanques.

Por otro lado, los delfines poseen un refinado sentido de ecolocalización, capacidad que les permite emitir sonidos en su entorno e interpretar los ecos que generan los objetos a su alrededor. Esto, combinado con una audición muy sensible les otorga un sistema sensorial único. “Otras pruebas demuestran que tienen la facultad de recibir información sensorial de la cabeza magnética de la Tierra para orientarse”, dice el estudio Cetáceos en cautividad. Los sonidos que realizan para comunicarse son neutralizados en cautividad, ya que el rebote de los mismos en las paredes de los tanques lo ensordece, obligándolos a caer en el llamado mutismo, “silencio voluntario o impuesto” según la RAE.

Uno de los delfines interactuando con la cuidadora en el Zoo de Barcelona / C.L.



En la otra cara de la moneda, Cativiela afirma que “si no hubiera zoos habría que inventarlos, ya que cumplen una importante función de conservación e investigación”. Ante el shock que supone el cambio de hábitat para los animales en cautividad, responde que “en Europa hoy en dia no hay un solo zoo donde haya animales que se hayan extraído de su hábitat natural para ponerlos en un zoo. Todos han nacido ya en cautividad, por lo que para ellos es su forma natural de comportarse”. Sin embargo, no existe un inventario en la UE de los cetáceos en cautividad, dificultando su control. En la mayoría de casos, según el estudio Cetáceos en cautividad, “la mayoría de delfinarios de todo el mundo suplementan sus pérdidas mayoritariamente a partir de animales capturados en su ambiente natural.”

De hecho, para mantener las especies en la labor de conservación que supuestamente poseen dentro de la sociedad, se practican inseminaciones artificiales entre miembros del mismo grupo, dando lugar a casos de endogamia que pueden devenir en abortos o crías híbridas sin posibilidades de desarrollo. Según la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), los objetivos de conservación de los parques zoológicos deberían basarse en la obtención de una “población autosuficiente, que mantenga al menos el 90% de la variabilidad genética original durante cien años mínimo para evitar la endogamia y los problemas que de ella se derivan, y así que los animales formen parte de futuros programas de reintroducción”. Sin embargo, denuncian que los zoos elaboran programas de cría de especies que nunca se introducen.

¿CÓMO EDUCAMOS?

“Los zoos deberían trabajar como embajadores de la vida salvaje. Deberían servir para educar a la gente sobre la fauna. Lo que no puede ser es que tu preguntes a un niño ¿Dónde viven los tigres? y te responda En el zoo” comenta Ansón. “Los zoos deben ser un lugar de educación ambiental donde se conciencie a la gente, de manera que si quieres proteger al animal, que se proteja en libertad”. En los cetáceos, la protección de su libertad se complica al tratarse de animales tan complejos que provienen de un hábitat de dimensiones infinitas e insustituibles. Tanto para ellos como para otras especies es muy traumático el traslado de una libertad absoluta a la cautividad.

El Zoo de Barcelona propone una serie de actividades formativas para alumnos desde infantil hasta bachillerato. Los planes de estudio implican distinción de los animales, aprendizaje sobre su biología y sobre dónde habitan y cuáles son sus características. Pero sigue sin aparecer un porqué. Por qué están encerrados esos animales y no en su hábitat natural. Por qué hay especies en peligro de extinción o qué es la conservación de una especie.

Porque al fin y al cabo esa es la función de los parques zoológicos según el Boletín Oficial del Estado publicado el 27 de octubre de 2003 que dicta que: “Tanto el personal como los medios deberán ser acordes con las necesidades derivadas de las colecciones de animales de cada parque zoológico. La formación continua del personal a cargo de los animales estará basada en la evaluación del conocimiento de los animales silvestres, de su conservación y especialmente de su bienestar”. Este bienestar, como aclaran fuentes expertas ha sido, es y será inalcanzable, produciendo consecuencias y sufrimientos antinaturales.

Un delfín nadando en la piscina del Zoo de Barcelona / C.L.



Otro Boletín Oficial del Estado, referente al tema de las funciones de los parques zoológicos, datado del 29 de marzo de 1999, expone la necesidad de “alojamiento de los animales en condiciones que persigan la satisfacción de las necesidades biológicas o de conservación de cada especie, entre otras cosas proporcionando a las especies los recintos adecuados a cada una de ellas y manteniendo un nivel elevado en la cría de animales, con un programa avanzado de atención veterinaria preventiva y curativa y de nutrición”. Este bienestar es relativo y nunca garantía de vida.

Según la organización SOS Delfines, tan sólo en el Zoo de Barcelona se han registrado 32 muertes de delfines, sin contar las crías nacidas en cautividad. De los más de 13 delfines nacidos en el recinto zoológico de Barcelona entre 1980 y 2000, sólo 4 lograron sobrevivir tras el destete. Además, añaden que “la mayoría de centros que albergan cetáceos en cautividad afirman jugar un papel en la conservación de especies. Sin embargo, los delfinarios participantes en programas de conservación sólo representan entre un 5% y un 10%”.

También denuncian que no hay información sobre los delfines cautivos ni investigaciones para contribuir a las iniciativas de conservación. Por tanto, ¿se debe educar con los zoos como ejemplo de conservación de las especies? “Si educar es tener al animal en una jaula… Eso es maltrato. ¿Qué quieres enseñar? ¿Cómo enloquece el animal?”, sentencia Pumarola. La reflexión sobre la educación acerca de los zoos no está ni mucho menos resuelta debido a la gran diversidad de puntos de vista.

“Sería una pérdida de recursos cerrar los zoos ya que los animales los tenemos; no tiene sentido que los escondamos o mantengamos a puerta cerrada. De hecho, los animales ayudan a muchas personas. El sexo y la muerte es algo que se puede normalizar mucho para los niños a través de los animales, y eso lo sabrá muy bien quien tenga mascotas” argumenta Cativiela. Pero los delfines no son mascotas.

Los delfines esperando a que la cuidadora les dé de comer / C.L.



“Estaríamos perdiendo algo que tenemos. Si lo tenemos, enseñémoslo y usémosolo para la educación ambiental, que es muy necesaria. Hay un montón de animales que llegaron de circos o de cazas furtivas y que ahora ya no se pueden reinsertar” argumenta también Fernando García del Pozo, zoólogo especialista en el àmbito de biología animal, biología vegetal y ecología.

Por lo tanto, si ya tenemos los animales, ¿es mejor mantenerlos en cautividad y en condiciones duras mientra vivan para el disfrute de la ciudadanía? ¿Deberíamos educar en un ambiente opuesto a los zoos y favorables a la conservación fuera de estos recintos? ¿Cuál es la solución al sufrimiento de los animales y, sobre todo, de los cetáceos?

LA DECISIÓN

“Colau ‘jubila’ a los delfines” titulaba El País la noticia el día 22 de diciembre de 2016, tras saberse la decisión del traslado de los delfines del Zoo de Barcelona a otro destinos y hacer de la ciudad un lugar libre de cetáceos en cautividad. Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona, obedeciendo a los requisitos mínimos impuestos por la Asociación Europea de Mamíferos Marinos (EAMM), formó una comisión para la decisión acerca del delfinario, que culminó con el anuncio de su cierre el 22 de diciembre.

La alcaldía anterior del Ayuntamiento de Barcelona, encabezada por Xavier Trias, del Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT),  tras una advertencia de la UE sobre las instalaciones de los cetáceos lanzó un proyecto de remodelación de los tanques de los delfines para cumplir con la normativa. El plan, valorado en unos 15 millones de euros fue frenado por Ada Colau, nueva alcaldesa de Barcelona (2015) de la coalición Barcelona en Comú.

Los delfines nadando como pueden en la piscina del Zoo de Barcelona / C.L.



Pero ahora, ¿cuál es el futuro de los delfines? ¿Y el de los cetáceos de otros zoos? ¿Y el del resto de animales? Es un gran paso, sí. Pero, ¿cuál es la solución final? ¿Y por qué no hay más información sobre los delfines y sus condiciones de vida?

SOLUCIONES

“Todo tecnología. Con todo lo que hay hoy día se podrían suplir los zoos. Si ya hay tecnologías 3D que te permiten verte rodeado de leones, ¿cuál es el problema de aplicarlo a los zoos? Ya hay zoos con estas alternativas”, resuelve Pumarola.

El proyecto Zoo XXI, por ejemplo, es una iniciativa ciudadana que busca dar un giro al parque zoológico para adaptarse a la ciencia actual y dejar de mostrar a los animales como un espectáculo para centrarse en su conservación y bienestar. No se trata de un proyecto para el cierre del zoo, sino a un intento de evolución de una institución obsoleta. “Consideramos que vale más la pena proteger la fauna de cada país o región, especies que luego se puedan reinsertar en su hábitat natural y que vaya de acuerdo con su clima. El Zoo de Barcelona ya lo hizo con el tritón del Montseny, pero los animales exóticos no se deberían potenciar en zoos fuera de su hábitat natural”, declara Claudia Roca, portavoz del proyecto Zoo XXI.

El acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona y la creación de una comisión para decidir por el tema se debe en parte a que “debemos entender que los zoológicos no son espacios únicamente lúdicos o de exhibición de especies. Tienen que pasar a ser espacios emblemáticos de conservación de la naturaleza, de educación, de investigación y de conservación de la biodiversidad”, explica Miguel Ortega, teniente de Ecología, Urbanismo y Mobilidad del Ayuntamiento de Barcelona.

La evolución está en marcha y Barcelona será una ciudad libre de cetáceos en cautividad. Pero, ¿hacia dónde va este camino? ¿Qué pasará con los zoos? ¿Y con las especies en extinción? ¿Cómo vamos a educar a las siguientes generaciones sobre la conservación? ¿O directamente no lo haremos? Esta decisión es el principio del fin o cambio de los parques zoológicos.