La adolescencia es una etapa de cambio en todos los órdenes de la vida: físicos, mentales, emocionales y sociales. Es el momento en el que el niño va a distanciarse del microcosmos de la familia y de la seguridad que ésta le brinda, para abrirse a un mundo de nuevas experiencias y relaciones. Ello implica romper psicológicamente con los padres, y les exige aprender a asumir riesgos y desarrollar un 'kit' básico de recursos para convertirse en adultos eficientes y felices. Se trata, por tanto, de una fase funcional y adaptativa que posibilita el tránsito hacia la construcción de la propia identidad.

En esta etapa, todas esas “piezas” que los adultos dimos a nuestros hijos para educarlos, van a lanzarlas al suelo para ir recogiéndolas de nuevo, una a una, en un proceso de desarrollo personal. Sin embargo, en algún rincón de su ser quedaron nuestros regalos, y poco a poco irán redescubriéndolos desde una mirada nueva.

Es precisamente esta forma perfectamente imperfecta la que necesitan en este momento, y la que les permite explorar y completarse como personas. Inmaduros, inseguros, descontrolados y torpes, pero llenas de energía, actividad y curiosidad. Impulsivos, convulsos, desafiantes, rompedores, a veces maleducados, pero necesitados de unos referentes que estén siempre ahí, padres y madres, recordándoles lo que es importante y lo que no lo es, y actuando como guías en la oscuridad de la tormenta.

Memociono brinda a las familias un espacio de encuentro para padres en el que puedan expresar sus inquietudes, afrontar sus problemas y construir soluciones positivas que generen bienestar. Un espacio pensado para ayudarles a superar sus barreras y limitaciones a la hora de comunicarse y relacionarse con sus hijos adolescentes para disfrutar con ellos de una etapa única en la vida, y poder sacarle los mejores frutos.

PAUTAS PARA ACOMPAÑAR A LOS HIJOS

  1. Cambiad vuestra mirada hacia ellos. Vuestros hijos no son un “problema”, sino personas llenas de fortalezas y con un extraordinario potencial, que están inmersas en una etapa de cambios y de construcción de la propia identidad.
  2. Confiad en vuestra capacidad para educarlos, asumiendo vuestra responsabilidad y sin caer en las redes del victimismo. Paciencia y perseverancia. ¡No tirad la toalla!
  3. Centraros en aquello que queréis hacer para educarles, en lugar de quedaros “enganchados” en sus conductas desafiantes y retadoras.
  4. Ante su descontrol, mantened una actitud serena y resolutiva. Aprended a gestionar vuestras emociones, especialmente la rabia y la ira. Cuando queráis hablar con ellos, hacedlo con tranquilidad, evitando soltar cualquier barbaridad de la que luego tengáis que arrepentiros
  5. Ellos necesitan saber que estáis siempre ahí. Aunque no lo parezca, necesitan unos límites claros y precisos que les ayuden a salir del nido. Facilitad su autonomía de una forma progresiva. Poquito a poco… ¡No todo de una vez!

Y recordad, educamos desde la persona que somos, y eso supone un reto constante para nosotros: aprender a ser los mejores padres y madres para nuestros hijos.

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