Puede resultarle curioso al paseante actual el nombre de pasaje de la Banca que recibe esta calle que se encuentra al final de la Rambla. Una calle estrecha, de apenas un par de centenares de metros de largo, en forma de 'L', pero que esconde entre sus paredes parte de la historia de Barcelona.

Fijarse en el estrecho pasaje paseando por las ramblas no es extraño, aunque también es fácil que pase desapercibido. A menos que se quiera visitar el Museu de Cera, situado en el interior del pasaje, en la plaza que da continuidad, hacia la derecha, al pasaje, en buena parte cubierto, que va camino de la calle Ample.

El nombre de pasaje de la Banca proviene de la institución bancaria que hizo construir, allá por 1873, el edifico que alberga el museo. Fue la banca Crédito Mutuo Fabril y Mercantil, conocida como Caixa Vilumara, aunque algunas fuentes defienden que en realidad fue la Companyia General de Crèdit. Sea como fuere, por el edificio han pasado, a lo largo de su historia, varias entidades bancarias, hasta que en 1973 se convirtió en el Museu de Cera. Aunque, como algún rótulo recuerda, en algún momento de su historia tuvo eo nombre de Pasaje del Comercio.

MARINEROS Y FLAMENCO

El edificio que destaca por encima de los demás es el que aloja el museo. El pasaje fue proyectado por el arquitecto Antoni Rovira i Trias para alojar a varias familias de la burguesía de la época, aunque finalmente los edificios fueron ideados por Elia Rogent. La plaza tiene forma octogonal, con dos lados abiertos y representa una de los tipos de paisaje arquitectónico de los que surgieron en la segunda mitad del siglo XIX en la ciudad.

Antes de la llegada del museo, uno de los locales de la plaza que conforma la 'L' del pasaje albergó un bar musical, el Copacabana. Fue una propuesta dirigida sobre todo a turistas, con música en directo, camareras, actuaciones de flamenco... Hacía las delicias sobre todo de los marineros de la armada estadounidense que periódicamente llegaban a la ciudad y de aquellos turistas que buscaban la diversión en la noche barcelonesa. Poco antes de la apertura del museo, el local cerró sus puertas.

PAPIROFLEXIA

Y entrando por Rambla, justo en la esquina derecha de la 'L' se alberga el Passatge del Temps, una tienda-bar-restaurante en la que el visitante encuentra los objetos más variados y extraños que se pueda imaginar. Baquetas de batería que también son lápices, insecto de extrañas formas, figuras de papiroflexia, etc.

Un poco más adelante, el visitante llega directamente a otro local emblemàtico de la ciudad, el Bosc de les Fades. La decoración transporta al visitante a un bosque encantado, con lluvia, truenos y relámpagos que sorprenden al cliente cada cierto tiempo. Es ideal para tomar una copa en un rincón silencioso, rodeado de figuras de papiroflexia, con el sonido de una cascada, entre troncos de árboles.

La salida a la calle Ample conserva el rótulo con el nombre actual y el que tuvo hace tiempo, Pasaje del Comercio. Y permanece, impasible al paso del tiempo, la verja que en alguna ocasión se puede encontrar cerrada impidiéndo el acceso al pasaje por esa entrada, aunque un rótulo, instalado en una de las hojas de la puerta, que indica que se puede acceder al Bosc de les Fades por la Rambla. Y otro, en la otra hoja, que recuerda una de las normas básicas de convivencia: “Por favor, respete el descanso de los vecinos. Gracias”. Pues eso.

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